Europa en pie y en guerra
El proyecto de la Unión Europea es unánime. Los líderes de los 27 países miembros coinciden: Rearmar al continente, primera vez que el impulso nacido hace 71 años con la creación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), que buscaba asegurar la paz en Europa, asume que ésta sin seguridad no es posible y se exige capacidad militar propia.
Como se demostró con la invasión de Ucrania por Rusia, los lazos de la cooperación económica y el comercio son insuficientes para garantizar la seguridad, reacción a la llegada de Trump, conocida su queja por el bajo nivel del gasto militar europeo y que no se atendió.
El plan de rearme consta de 4 capítulos que movilizarán 800 mil millones de euros en 4 años. El primero consiste en que los Estados miembros podrán incurrir en un 1.5% del PIB más de déficit para reforzar sus fuerzas armadas.
El segundo es la revisión de los fondos para la industria de defensa. El tercero, un fondo de Bruselas con 150 mil millones de euros en créditos y la cuarta, el Libro Blanco de la Defensa Europea. Puede ser la semilla de la perdición de Europa de no ir acompañado de un esfuerzo de los países por fortalecer la convivencia y respetar reglas democráticas.
El rearme viene con EE. UU., a la cabeza en el mercado de venta bélico. El acuerdo no se habría logrado si un grupo de países no valorara que estos recursos les vienen bien a sus mediocres economías. Todos ven que estos fondos reavivarán su industria o permitirle crear una que pueda competir por los nuevos recursos.
Con tantos problemas de bienestar social pendientes de satisfacer en Europa: altas rentas, atención a la salud deficiente; elevados impuestos; alto costo de la vida; combustible caro, se invierte en armas; tanques, fragatas o drones, satélites, ciberseguridad e inteligencia artificial. Es la historia universal traída a la actualidad.
Este esfuerzo debe ir acompañado de reasignación de fondos y revisión del gasto público ineficiente o suntuario. No tiene sentido declarar alarma, usarla como excusa para añadir más capacidad de gasto a los políticos y endeudar más a las generaciones futuras, algo para los que los gobernantes y políticos de manera universal son excelentes.