Perder el tiempo

 

No me detengas tiempo, deja que siga mi camino, porque es mi destino seguir la voluntad de Aquel que me dio la oportunidad de venir a este mundo.

Años, detengan su paso y con ello venga el retraso del envejecimiento crucial de este cuerpo que se resiste a dejar lo vivido, porque con ello se va la evidencia de todo aquello que con afán y paciencia aporté para la posteridad.

Ojos, sigan conservando su brillo y con ello la claridad de todo lo que vi por el camino; oídos, no dejen de escuchar la sinfonía de todos los componentes de la alegría que se grabaron en mi mente; nariz, no dejes de aspirar los fabulosos aromas, del perfume de las flores; boca, sigue degustando los sabores, los dulces y los amargos, porque todos me mostraron que en la vida, de todo se tiene que probar; manos, no dejen de tocar y de sentir, siente el agua fría que brota del manantial de la montaña que está tan cerca del cielo, que las nubes, su cúspide pueden tocar; siga la piel de mi cuerpo recibiendo el calor de verano o el frío del crudo invierno, que nos obliga a reposar para conservar el calor que produce la vital energía, que lo mismo nos hace disfrutar del día como la noche.

Mente, no dejes de guardar los recuerdos, los que atesoramos por regresarnos en cada momento, experimentado sin importar nuestra edad; recordemos también las cosas que queriendo amargarnos la vida, con el tiempo florecieron para que no pudieras olvidar que tenemos el poder de disfrutar con salud, los acontecimientos que nos parecieron inciertos, porque toda acción tiene un por qué, aunque no se pueda en ocasiones justificar por lo profundo de las heridas que pudimos causar.

Perder el tiempo, es olvidar que hemos venido al mundo para ser felices, para amarnos los unos a los otros, para ayudarnos entre todos a crecer física, mental y espiritualmente; perder el tiempo, es olvidar ser el niño que en lugar de jugar se puso a llorar, buscando una respuesta de todo aquello que no se pudo explicar; perder el tiempo es dejar escapar la inocencia y la vitalidad de la cuestionada adolescencia, poniéndonos obstáculos en el camino para tropezar a conciencia con lo que pedimos evitar; perder el tiempo es dejar ir la maravillosa juventud que se nutre de las ilusiones que nos forjamos despiertos o dormidos, para alcanzar todo aquello que nos propusimos.

Perder el tiempo es negarnos la oportunidad a notros mismo de poder disfrutar todo lo que Dios nos obsequió, para allegarnos la anhelada felicidad; perder el tiempo es cuestionar a nuestro Padre celestial y negar con ello que somos sus hijos.

Perder el tiempo es pensar que no necesitamos de Él para encontrar el camino por donde llegamos al mundo para saber cuánto nos ama.

 

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