¿A poco pagan?
“Nosotros creemos estar experimentando la austeridad, pero no conocemos el significado de la palabra…”
Ken Follett (libro Vuelo final)
La frase, propia de la picaresca política en México, refleja lo poco que importaba e importa el sueldo nominal a un funcionario en alguna dependencia pública.
Lo importante, lo atractivo o para decirlo de manera coloquial, “lo machuchón”, ha sido desde la noche de los tiempos, la compensación. Esa generosa bolsa cinco y hasta diez veces el monto del salario que en forma paralela recibe un servidor público, conforme a su rango y a la simpatía que le tenga el jefe, sin importar el nivel de eficiencia o en su caso incompetencia, del beneficiario.
Tamaulipas, como sucede en el resto del país nunca ha sido una excepción en ese terreno y la aplicación de la popularmente bautizada como “compe”, en los hechos dejó de ser una concesión para alcanzar en forma informal la estatura de un derecho laboral.
Su historia había sido un cuento de hadas más o menos feliz hasta el sexenio de Egidio Torre Cantú, el último priista hasta ahora en ejercer la gubernatura en Tamaulipas, dado que alcanzaba desde el propio Jefe del Ejecutivo y secretarios, hasta un modesto empleado sin mando. Las diferencias en valor eran abismales, pero su alcance era general.
Las penurias empezaron con su sucesor, el panista Francisco García Cabeza de Vaca, quien la utilizó como herramienta de revancha sin mirar a quien, eliminando de esas bondades financieras inclusive hasta a quienes votaron por él, como confesaban en lo privado miles de trabajadores. Fue un sexenio de oro para la pandilla azul, pero un desplome brutal para muchos. Muchísimos.
En el presente, la compensación sigue operando en la administración morenista, pero bajo la rigidez de una acendrada visión presupuestal que en aras de privilegiar la austeridad, la ha reducido en numerosos casos a límites de pobreza. Si antaño a muchos burócratas se les olvidaba cobrar su sueldo ante la opulenta compensación, ahora cuidan hasta el último peso de sus emolumentos oficiales.
La pregunta hoy es, ante el cotilleo de pasillo en que han convertido a la Ley de Dependencias Paraestatales, si las famosas “compes” se quedarán, se ajustarán o se eliminarán. Hasta ahora, desde el Congreso hasta el área de Finanzas han dejado cabos sueltos en la interpretación y por lo tanto, aplicación de ese ordenamiento, lo que mantiene “con el Jesús en la boca” a miles de empleados.
En este escenario, vale la pena un intento de adelantarse a las consecuencias de decirles adiós o bien de su reducción.
Esas compensaciones han sido durante décadas un motor de la economía estatal y en forma especial, de la de Ciudad Victoria, cuyas finanzas sociales navegaban cómodamente gracias al flujo de efectivo institucional, salvo en la etapa cabecista, que desplomó la capacidad de consumo primordialmente de los capitalinos, sobre quienes Cabeza de Vaca tenía una aversión manifiesta, tal vez por compartir su lugar de nacimiento o de residencia con su más odiado enemigo, Eugenio Hernández Flores.
Lo cierto es que la burocracia tamaulipeca está asustada y con ella gran parte del comercio y prestadores de servicios victorenses. La actual época morenista no se ha distinguido precisamente por su generosidad monetaria y si ahora se agrega dar por terminado ese ingreso personal y social, el ambiente podría ser ciertamente para repicar campanas.
Pero de duelo…
X: @LABERINTOS_HOY