Y María José con coraje y todo, se tuvo que resguardar en su casa, y dijo con triste resignación: ya ni modo. Y clama desde su estancia maternal con serio enojo, que quiere estar con su abuela un poco más, aunque ahora, el pretexto no dé para más, pues hace tan poco que se graduó de preescolar y de tarea escolar el tiempo ya pasó. María José habló conmigo, su abuelo, de su malestar, y hablamos largo y tendido, y haciéndome el sorprendido le dije no llores más, ella me recordó que yo era su consentido, y me pidió le contara un recuerdo de cuando nació nuestro amor, y he aquí que cuando la conocí, a los pocos días de haber nacido, le dediqué este poema que nació de mi corazón.

 

MARIA JOSE

Eres como siempre te imaginé:

angelical y hermosa a más no poder,

y cómo no habría de ser,

si además de ser bella y mujer,

tu simiente altamente creador,

por obra y gracia de Nuestro Señor,

en la noche maravillosa que tú naciste,

y para que yo no estuviera triste,

encendió  el lucero más brillante,

para que iluminara el cielo al instante,

y atestiguara así tu gentil llegada.

Y ahora que estas junto a mí,

me cautiva tu actitud y tu mirada,

eres como una suave y fresca brisa,

que me refresca sin pedirme nada,

y qué decir de tu eterna y cálida sonrisa,

que igual disfruto día, noche y madrugada,

que me invita a contemplarte sin ninguna prisa,

para recobrar la fe y la paz tan anhelada.

 

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