Entre la luz y la oscuridad

De los males el menos, dejar por eso atrás el resentimiento, la envidia y el egoísmo; de los males, el mayor sería entonces el desamor, porque quien no ama es presa de todo tipo de mal, el que no ama, no se ama a sí mismo y no ama a su prójimo. Quién ama a su prójimo como a sí mismo, velará siempre por el bien de los demás.

El bien y el mal están incluidos en una misma semilla, ésta posee dos cotiledones, uno de ellos se nutrirá con la luz que emana del Creador, y la otra, mantendrá sólo una leve flama encendida, para no perder la esperanza de abrirse camino, para buscar la luz divina del amor que está por sobre todas las cosas.

La semilla fue sembrada por Dios en el corazón de todo ser humano, más ésta no germinará hasta que la luz del entendimiento la ilumine; en el claroscuro del entorno donde se mueven las intenciones, habrá señales falsas determinadas por destellos fugaces, que se pierden en la nada, y la nada es el camino hacia la oscuridad, quien no quiere ver la luz, se oculta en las sombras para tratar de arrebatarle la luz a los que buscaron y encontraron el amor del Todopoderoso. Quien ama al Padre, ama al Hijo y al Espíritu Santo y por más ataques que reciba del mal, siempre saldrá victorioso, porque cuenta con el infinito amor de la Santísima Trinidad.

De los males el menos, mírate a ti mismo, estás brillando en la oscuridad o te ha llamado ésta, para esconderte de la luz; si te has preguntado quién eres, es porque tu identidad no se encuentra aún definida, no permitas que tus voluntarios tropiezos te hagan sentir un ser desdichado, un ser abandonado, un ser rechazado, porque nunca has estado solo en las tribulaciones.

“Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame, Porque quien quiera salvar su vida la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará. Pues, ¿de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? O ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida? Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces, pagará a cada uno según su conducta. Yo os aseguro: entre los aquí presentes hay algunos que no gustarán la muerte hasta que vean al Hijo del hombre venir en su Reino” (Mt 16:24-28)

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