Te has preguntado alguna vez por qué, en ocasiones, no encuentras la paz interior que tanto anhelas. ¿Cómo es posible que, teniendo tantas cosas para ser feliz, no lo eres?  Un buen día sin saber por qué, emprendes el camino hacia no sé dónde y cuándo te sientes cansado de tanto buscar, decides preguntarles a otras personas que te encuentras en el camino, si es ahí donde está lo que tanto buscas y como respuesta, sólo obtienes la invitación a ser feliz contigo mismo, lo que te hace cultivar un amor egoísta.

Amor egoísta.

Si sintiera sólo gran aprecio y amor por mí mismo,

seguramente cuidaría de la humildad de mi persona,

más, estoy nuevamente al borde del temido abismo,

porque mi actitud refleja un doble filo que lesiona.

Infeliz soy cuando rompo mi gélido hermetismo,

porque evidencio la ira y frialdad que no perdona,

con acciones que delatan lo peor de mi egoísmo,

castigando a mi ser, por no cumplir lo que pregona.

Ya nada parece tener sentido, vivo en el surrealismo,

alejado de la conciencia divina y plena, que razona,

auxilio pido a romper la nociva esclavitud del atavismo,

y liberar mi espíritu, para que acuda con quien no cuestiona.

Misericordia a Dios solicito, para vencer mi acérrimo egoísmo,

dejar en libertad quiero a las almas que mi corazón aprisiona,

dignidad ya no poseo por rendirme al merecido despotismo,

por la necedad de sentirme amado, actitud que desilusiona.

Si pudiera amarme como enseña en su Evangelio el Altísimo,

podría de dejar de buscar aquella luz que tanto me ilusiona,

la que vive eternamente custodiando a mi espíritu divino

para evitar se pierda, rumbo a la eternidad que me apasiona.

 

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