EL DESPERTAR

Sí, fue el viento, llegó de manera inesperada, como queriéndose llevar con él todo lo que no era bueno, lo que ensombrecía la obra del Señor, lo que de tanto evolucionar se tornó en maldad, en desprecio por la vida.

Sí, muchos sabían que era próxima su llegada, pero como suele suceder, cuando se deja de tener fe, cuando se deja de temer porque se está tan acostumbrado al miedo, que pareciera que ya nada de lo malo que ocurre le sorprende, cuando el hombre empieza a entender que él es el responsable de que la luz divina ya no alumbre para retomar el camino de la verdad y la vida.

¿Qué si fue una señal? No lo puedo asegurar, pero lo que sí creo es que, así como el cuerpo te avisa de que algo anda mal, nuestro planeta, que es en sí mismo un universo vivo, empieza a manifestarse a su manera, tal vez para anunciarnos la adversidad que se avecina, tal vez, para darnos una oportunidad más, para cambiar nuestro negro destino.

No, no soy adivino, mucho menos profeta, no soy portador de malos augurios, pero puedo sentirlo como parte viva del planeta, de que lo que ha ocurrido y ocurrirá, se podría tomar como respuesta real al abandono espiritual en el que nos encontramos, y con catástrofes inesperadas, nos despierta para ponernos a orar.

Y si la gente despierta, ya sea creyendo o no,  a ésta realidad evidente, debería tener presente, empezar a deshacerse de todo lo inconveniente, procurar hacer el bien y no pagar mal con mal, buscar afanosamente la reconciliación con el Creador, para ganarse un lugar en la eternidad esperada.

La solución de todos nuestros males está en abrir el corazón a la invitación que nos hace el Señor, para amarlo y amar al prójimo, más si amas sólo lo material, pronto podrás encontrar la respuesta de todo desastre natural o personal que te pueda afectar.

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