Tengo que reconocer que los años traen consigo el desasosiego en el alma; la sensibilidad está a flor de piel, y cuando llega la nostalgia, el hombre fuerte de ayer, se desborda fácilmente en llanto, y más, cuando de quererte tanto, te tengo que dejar partir.

SUAVEMENTE

Aléjate tan suavemente de mi vida,

que mis oídos no puedan escuchar

la firmeza de tus pasos en tu triste partida.

Aléjate tan lentamente,

que, al pasar cerca de mí, aún pueda yo sentir

la oleada de la enérgica vitalidad de tu niñez.

Aléjate cuando el sueño en mí sea tan pesado,

que mis párpados no puedan resistir

el natural abandono de tu paso a la adultez.

Aléjate cuando la vejez,

haya hecho de mi mente un naufragio

en la inmensidad de un mar, que se pierde

en el punto ciego de una isla abandonada.

Aléjate ahora que no puedo exigirte

absolutamente nada.

Aléjate en el preciso instante

en el que te estoy amando con cierta timidez

y en la distancia, que, de seguir a mi lado,

no podría dejarte ir, porque te amo tanto,

que te pediría te quedaras para siempre junto a mí;

porque conforme pasa el tiempo, has de saber,

que seré más dependiente y frágil,

y no vaya a ser que un quebranto

que asoma en la vejez, pueda atarte a mi vida,

provocando tu desgracia y tu llanto.

Aléjate y no voltees cuando te hayas marchado,

pon singular distancia entre los dos,

la misma que existía antes de que llegaras,

antes de tener la dicha

de que te presentaras en mi vida.

No quiero que pienses que esta petición desesperada,

sale de mi corazón para no deberte nada,

por el contrario, en deuda estoy contigo

por quererme tanto, pero…  has de saber,

que cuando se llega a viejo,

los abuelos nos resistimos a partir,

por haber dejado el corazón,

en los nietos que queremos tanto.

Dedicado a todos los abuelos que aman a sus nietos.

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