Soy un viajero frecuente, sin necesidad de trasladarme físicamente viajo en el tiempo a través del pensamiento, y soy muy feliz al hacerlo, pues acudo a los lugares donde mi cuerpo y espíritu se sienten muy reconfortados y satisfechos, allá donde su estancia fue muy gratificante; hablar de esto, suena tal vez un tanto ficticio o irreal, pero se encuentra dentro de una función natural de la memoria y la planificación.
En este tipo de viajes se evoca mentalmente al pasado para recordar eventos, o al futuro para imaginar y planificar, de hecho, se requiere de tener una buena memoria de largo plazo y la capacidad de consolidar los recuerdos, hasta ahora comprendo el por qué desde pequeño, he sido muy observador del entorno, y que el hecho de poner en práctica una atención plena a todo suceso, me estaba sirviendo para fortalecer todo lo que verdaderamente sería importante memorizar.
Si bien es cierto que para efectuar estos viajes no se requiere de una meditación profunda, sí de un estado que le ponga pausa a las actividades cotidianas, sea esta, de manera voluntaria o involuntaria, ya que pareciera que dentro de este último elemento facilitador de la mente, pareciera activar un sistema motivador positivo que condiciona el deseo de sentirse relajado con la intervención de otros elementos del ambiente como una canción o música de antaño para que sirva de catalizador en la evocación de los recuerdos añorados.
Ayer viajé a varios lugares en tiempos diferentes, primero me situé en el año 1978 al escuchar la banda sonora de la película “Fiebre del sábado por la noche”, me encontraba en una casa habitación de Cd. Mante, Tam., era un viernes por la tarde, salía de una guardia del Hospital del IMSS, y se iba a realizar un festejo en dicha casa, yo acudí solamente a recoger mi equipaje para irme a la terminal de autobuses, pues pasaría el fin de semana con mi familia, a la que tenía muchas ganas de ver; me pidieron me quedara a la fiesta, pero di prioridad al encuentro familiar. Siguiendo con el mismo puente de enlace para viajar con la mente a través de la música, transcurría el año de 1990, cuando me encontré de pronto manejando mi auto en carretera, me acompañaban algunos miembros sindicalistas pertenecientes a la Sección 51 del SNTSA, procedíamos de cumplir con éxito una comisión para atender a la base trabajadora de las Sub Secciones de la frontera y en la radio del auto, tocaban la canción “Burbujas de amor” cantada por José Luis Guerra , misma que andaba de moda, yo apresuraba el paso, porque tenía una semana de estar fuera de casa y las ganas de estar con mis hijos y esposa era motivo suficiente de estar más que contento.
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