Es tan lento el asimilar lo que está pasando, en un tiempo que se concibe como presente, pero pareciera un repaso de lo que fue un ayer y que permaneció en el inconsciente, tal vez para olvidar lo que causó desagrado  o desesperanza, debido a la falta de madurez, y para que no se repitiera el  evento, se ocultó su exteriorización y se fingió estar  experimentando cosas nuevas como para evolucionar con mayor certeza  en un entorno en el que se nos hizo creer era nuestro, pero la verdad, es que nosotros formamos parte de ese todo y que, por considerar nuestro supuesto mayor nivel de inteligencia, sólo aprovechamos nuestra ignorancia para quedarnos con lo que no era nuestro.

Ahora comprendemos que el cuerpo se desarrolla rápidamente, mientras que nuestra comprensión consciente de todo lo que nos parece desconocido y nos inquieta, resulta que siempre ha estado presente, pero es ajeno a nuestro primitivo proceso de observación y requiere de un aprendizaje diferente, y que el hecho de  acceder a él, requiere de la maduración de un concepto que hemos relegado ancestralmente, precisamente porque no está  al alcance de nuestro conocimiento, simplemente por el hecho de que ha permanecido oculto, esperando que la maduración del espíritu nos permita comprender.

En este lento caminar de la maduración latente sin saber, sin pensar te habrá de llegar el conocimiento que no se adquiere mediante el aprendizaje que requiere de la observación; más habrá quienes no sientan la necesidad de buscar la maduración espiritual, porque solamente conocen una vía, la que se basa en la imitación, la de la aceptación sin discusión, la de la obediencia y sumisión, que imponen aquellos que se dicen poseedores de la verdad absoluta.

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