Recién estrenado en la tercera edad, me invitaron a una reunión muy apropiada; antes, habÃa estado en festejos donde los asistentes rebasaban los 60 años de edad y he de reconocer, que siempre me agradó platicar con las personas mayores, porque encontraba en su plática una valiosa oportunidad para aprender de su vasta experiencia, pero una vez que obtuve la membresÃa del club de los adultos mayores, al entablar comunicación, no sentà la diferencia, por lo que me movÃa como pez en el agua; en la reunión de referencia, me senté al lado de Don JoaquÃn, un hombre de 76 años, educado, caballeroso y de refinado carácter conservador, el cual, al ver que llevaba al cinto la funda que contiene mi IPhone, me dijo: No me diga que ya entró de lleno a la modernidad; le comenté que estaba apenas haciendo mis pininos en el uso de este tipo de teléfonos inteligentes, que habÃa muchas funciones que no utilizaba porque me falta más capacitación especializada para hacerlo; con cierto fastidio, Don JoaquÃn me dijo que sus hijas y nietos habÃan hecho hasta lo imposible porque aceptara utilizar esta tecnologÃa, hasta que vencieron su resistencia, y al fin accedió, por lo que le regalaron una computadora. Tardó aproximadamente 3 meses para aprender tan sólo a encenderla y perderle el miedo, y otros 3 meses para lograr utilizar algunos programas sencillos, llegando con el tiempo a usar el Facebook, y que al hacerlo, al principio se entusiasmó tanto, que empezó a aceptar las solicitudes de cuanto cibernauta le pedÃa amistad, lo que le ocasionó una especie de adicción, pues pasaba varias horas sentado viendo mensajes y chateando, evitando con ello realizar sus rutinas habituales y sobre todo, sus pláticas familiares con Doña Eduviges su adorada esposa, una joven de 68 años con la que contrajo nupcias hacÃa 46 años y a la que estaba muy unido desde que iniciaron su noviazgo, el cuál fue largo, porque los padres de ella no le concedÃan la desposara, porque querÃan estar seguros de que en verdad la amaba. Pues bien, el buen amigo JoaquÃn, menciona ahora que tanto las computadoras como los celulares son herramientas diabólicas, porque a él por poco le cuesta la viabilidad de su matrimonio. En ese momento imaginé que el problema emanaba de Doña Eduviges, que seguramente se habÃa molestado por las distracciones de su amado, el cual, ya no cumplÃa con sus obligaciones maritales; pero Don JoaquÃn me sacó del error, y dijo que el problema se suscitó, porque entre las amistades que él aceptó se encontraba una dama que bajo un seudónimo entabló una estrecha amistad con él, y asegura, que siendo todo un caballero, siempre utilizó el lenguaje más florido y adecuado con que se debe tratar a las mujeres, cosa que no agradó a su señora, quien ya le aventajaba en el manejo de la tecnologÃa en mención y a causa de las ausencias virtuales de su marido, sospechó que andaba en malos pasos, pero el hombre al ser cuestionado por tan confusa relación, defendió su integridad a capa y espada; afortunadamente, todo se aclaró, cuando uno de sus hijos descubrió la identidad de la dama de la cual su padre se sentÃa cercano, y ésta no era otra, que la misma Doña Eduviges, que, temerosa de que le robaran su identidad, utilizó el seudónimo de la Dama de las Camelias, y que se sintió abochornada al ser igualmente descubierta, como la secreta admiradora de tan propio caballero.
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