México es un país que a partir del año 2000 ha permitido transiciones democráticas pacíficas. Después de tener un sistema hegemónico de partido (PRI de 1929 a 2000), con régimen presidencialista y sistema electoral proporcional, se logró el cambio del partido en el poder. Y desde ese año, las transiciones democráticas entre partidos políticos no han cesado. En lo que va del siglo XXI hemos tenido 4 presidentes provenientes de 3 partidos políticos diferentes; sin embargo, en el 2018 -mínimo en el discurso- cambió notablemente la visión de estado que se había tenido en el país hasta entonces, lo que ha causado una constante polarización en el dialogo político.

Estableciendo como punto de partida: las transiciones democráticas; como metodología: la dialéctica; y como objetivo: la comprensión del sistema político mexicano. Procedo dialécticamente tomando la visión neoliberal de los partidos de derecha como tesis, la visión liberal de los partidos de izquierda como antítesis, y obtengo como síntesis un crecimiento y/o mejoramiento en el sistema político nacional, que lo podremos observar en las autoridades, comunidad y régimen en los siguientes años. La realidad es que los países que más se desarrollan son los que tienen esta dialéctica en sus democracias.

Un sistema político según David Easton (1965) es “ese sistema de interacción en cualquier sociedad a través del cual se llevan a cabo y se implementan obligaciones y asignaciones de valor”. Un sistema político se crea a partir de 3 componentes principales; 1) régimen (conjunto de reglas que contribuyen a formar y mantener el sistema); 2) autoridades (personas que tienen el poder de asignar imperativamente los valores a sus sociedades) y 3) comunidad política (todas las personas sometidas a la asignación acreditada de valores).

En un sistema político democrático, las autoridades van y viene, pero la comunidad y el régimen -bajo circunstancias normales- permanecen. México utiliza un régimen presidencialista, donde la fuente de legitimación para las autoridades deriva de los votantes (población en general). El presidencialismo tiene muchas desventajas como que el ganador se queda con todo, existe desperdicio de experiencia (primeros años se tiene que aprender a gobernar), concentración de poder, genera expectativas no realistas y existen menores oportunidades de consolidación de la democracia, resultando probable que los presidentes se conviertan en dictadores. Juan Linz hace una critica al presidencialismo diciendo “mientras el parlamentarismo inculca flexibilidad al proceso político, el presidencialismo lo hace bastante rígido y al ser un juego de suma cero, tiene todo el potencial para el conflicto político”.