Y estando cerca la fecha tan esperada, libres de trabajo y escuela, sólo quedaba una cosa por hacer: Planear cómo se viviría el tiempo pre y pos navideño, y resulta que siendo niños, íbamos a la cama temprano, para poder soñar con todo aquello que deseábamos y no habíamos obtenido y al despertar con la primera luz del día, nuestros ojos buscaran con ansiedad marcada lo que había al pie del árbol de Navidad y al no encontrar lo que buscábamos, corriendo acudíamos al encuentro de nuestra madre, para preguntarle por qué se encontraba vacío el sitio donde los regalos deberían de estar, y ella con mucha calma y una hermosa sonrisa en sus labios nos decía: No coman ansias, seguramente los regalos llegarán por la noche.
Y resulta que, siendo adolescentes, discutíamos unos y otros por lo que esperábamos recibir de regalo en la Navidad, y al no recibir lo que anhelábamos, aunque no nos desagradaban del todo los obsequios, no pasaba desapercibida nuestra facies de desilusión.
Y llegando a la etapa de adulto, nuestra preocupación era el obsequiar lo que durante todo el año habíamos intuido le agradaría a nuestro cónyuge y a nuestros hijos, y con cierta tristeza veíamos, cómo no todo era del agrado de ellos.
Hoy, con tiempo me siento a contemplar el árbol de navidad y aunque está decorado de manera espectacular, he notado que las esferas no emiten ningún olor, mucho menos las ramas del pino artificial, igual no hay regalos al pie del mismo, porque les fuimos preguntando a los integrantes de nuestra familia al entrar la temporada navideña: Qué desearían que les regaláramos y resulta que algunos de los obsequios están fuera del alcance de nuestro presupuesto y llegué entonces a la conclusión, de que lo más valioso que se puede regalar esta navidad, como seguramente siempre lo ha sido, es nuestro tiempo, tiempo para estar cerca, para abrazarlos, para contarles historias que han olvidado, tiempo para reír y para llorar con ellos por todo aquello que fue obsequiado por Dios, y por todo lo que les fue quitado por soltarse de nuestra mano, para vivir en la modernidad de las familias, ya que en lugar de adorar al niño Dios, adoran los avances de la tecnología, que de un tiempo a la fecha, han acaparado toda su atención, y en un clic eliminaron el amor que nunca debimos cambiar por objetos materiales.
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