Y resulta que estaba poniendo tierra de por medio, buscando la manera de huir de los miedos, buscando esconder la cabeza como el avestruz, cuando de pronto, surge una voz que te dice ¿A dónde vas?.
Te ha pasado en ocasiones, que después de haber sorteado muchísimos retos en la vida, cuando parece que llegarías a buen puerto para descansar, algo o alguien te mueve para seguir caminando, sin importar el cómo o el cuánto, y detienes tu marcha al llegar a una encrucijada y observas que uno de los caminos se observa árido y sinuoso, mientras que en el otro, se encuentra un añoso árbol, de apariencia fuerte y segura, cuyas raíces están firmemente arraigadas al suelo superficialmente seco, pero que tuvieron siempre fe, y al profundizarse, encontraron el manantial tan esperado, donde se nutrirían de sabiduría de la madre tierra, que le daría los cimientos para mantenerse siempre firme ante la adversidad, e inamovible, a pesar de los efectos de las tempestades, pero que se deja acariciar por un suave viento, que le sigue dando seguridad y mantiene la armonía con el entorno, que al aceptar la voluntad divina se mece en santa paz.
¿A dónde vas? A donde te lleve el anhelo de servir a los demás, para seguir manteniendo la lámpara encendida, para cuando te encuentre el Señor, premie tu lealtad y te invite a sentar a su mesa, para disfrutar del mejor pan y del mejor vino en la eternidad.
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