Cuando mi nieto de Sebastián recién había cumplido los12 años de edad, me busco en casa para hablar seriamente conmigo, pues según dijo traía un asunto muy personal que tratar, de hecho, me pidió lo siguiera a mi taller literario y cerró la puerta y me dijo: Abuelo: ¿Quién manda en tu casa? ¿A qué viene esa pregunta, Sebastián? Es que me urge saberlo. Si no me dices por qué lo preguntas, no te daré una respuesta. Es que me preocupa mucho no saber cómo dirigir mi hogar una vez que me case. Después de oír esto, me sentí angustiado, y me pregunté ¿cómo es posible que un niño de 12 años se esté preocupando por el tema tan difícil que involucra el liderazgo familiar? Estaba a punto de eludir la respuesta, pero, recordé cómo en mi adolescencia, mis progenitores siempre me pospusieron los comentarios de preguntas difíciles, seguramente, pensando que debido a mi inmadurez intelectual no lo entendería, por eso, decidí ir directo al asunto, proponiéndome ser claro y, sobre todo, ser honesto; entonces, ya más tranquilo, le respondí: En una relación de pareja, y siendo más específico, en una pareja unida en matrimonio, cada uno de los conyugues, juega un importantísimo rol, llegan a esta unidad sacrosanta con sus respectivos liderazgos, nadie pretende mandar más que el otro en el hogar, saben que deben de unir sus esfuerzos para que se den las mejores condiciones para formar una familia, desde luego, el hombre, sabiéndose poseedor de mayor fuerza física, en la mayoría de los casos, trata de mantener en orden aspectos propios de su género. Hice una pausa para ver de reojo a mi nieto y comprobar que mi “cátedra matrimonial” era atendida al cien, y efectivamente, Sebastián parecía estar hipnotizado por la elocuencia de mi disertación. ¿Alguna duda hasta aquí? le pregunté. Todo está muy claro abuelo. Me desconcertó su respuesta, y le dije A ver, resume lo que hasta ahora te he dicho, no quisiera seguir avanzando en éste delicado tema, sin saber que estás entendiendo lo primero. Sencillo, abuelo, ya entendí que la que manda en tu casa es mi abuela. ¡De que estás hablando Sebastián!, ¡parece que no has entendido nada, explícate. Mi abuela me dijo, ve con tu abuelo y dile que necesito que me venga ayudar en la cocina, que ya estuvo bueno que esté sentado todo el día haciendo sus enfoques, la cama no le quedó muy bien tendida, y luego barrió y trapeó la sala como sin todavía estuviera dormido, además, todavía le queda un montón de ropa que meter a la lavadora y no hemos ido al mandado, ah, pero eso sí, después tendrá la ocurrencia de pedirme que lo acompañe al cine, como si yo tuviera su tiempo. Escuchado lo anterior, di por terminada la charla con Sebastián.
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