En cada paso que he dado en la vida, fui dejado una huella, y ya fuera esta pesada o ligera, el tiempo pudo con su poder haberlas borrado de la tierra y con ello haber desaparecido la evidencia del suelo que fui pisando, pero jamás lo podrá hacer de la memoria donde he escrito la historia de mis derrotas y victorias.

En cada paso que doy se despierta vivamente mi memoria y con ello los recuerdos, camino, sí, y sigo caminando, y mis pies como si tuvieran la capacidad de recordar también, van sintiendo lo mismo que siente mi cuerpo entero, y se alegran y transmiten la emoción y la energía a la cabeza, admirándose de la destreza de saber pisar o pisar bien en la ocasión, cuidando la naturaleza, o sintiendo lo duro o lo blando de la tierra, escuchando la callada queja, respetando el silencio de otras huellas que otros muchos caminantes las fueron dejando también.

A cada paso que di, le sigue un paso firme y aunque ya nos son pasos nuevos, y sientan que mi cuerpo pesa demasiado, mis pies son ahora alados, de tal manera que dolor sólo existe en mi mente, pues ahora pisar el viento es diferente y se requiere de otra energía, la que es impulsada por el espíritu de siempre, el que habita en la morada de este cuerpo que envejece.

En los primeros pasos que di, los pocos o los muchos que fueron, recorrí el mundo, era éste tan grande dentro del espacio de mi pequeñez, más mi imaginación no tenía límites y ya fuera de un cuarto a otro, igual terminaba cansado, pero nunca desfalleciente, como para no poder seguir caminando. Caminé primero tomado de tu mano, mi Dios, mi todo, encarnado en el cuerpo de mi madre, después vinieron los pasos titubeantes, aquellos que das con cuidado, los pasos que te van dando seguridad, porque bien sabía que en el mundo al que había llegado, tenía que caminar a la velocidad que el tiempo le exige a la humanidad. Después vinieron los pasos de la sabiduría, los primeros aparecieron en mi adolescencia, cuando caminaba sin rumbo, pero siempre en la dirección que me marcaron las huellas imborrables de una divinidad, las seguí hasta que pude encontrar a quien derramaba en sus pasos la verdad, apresuré entonces mis pasos hasta encontrar la fuente viva de donde provenían y apresuré mi llegada para poder saber de dónde provenían, fue entonces cuando caí, pero fue una caída para adorar a quien me brindó su mano para poder volverme a parar y tomar mi cruz para seguirlo hacia la eternidad.

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