El panorama mundial se encuentra en un momento de tensión y redefinición. En el inicio de 2025, tres tendencias preocupantes parecen dominar el horizonte político y social: el auge del personalismo, el fortalecimiento del proteccionismo económico y una creciente polarización social. Estas dinámicas no solo redefinen las relaciones entre las naciones, sino también afectan la cohesión interna de los Estados, profundizando las divisiones y creando incertidumbre global.

¿Cuáles son las causas de este escenario? Una explicación plausible es la combinación de crisis económicas recurrentes, el impacto de las redes sociales en la polarización del discurso y la falta de liderazgos globales que promuevan la cooperación multilateral. En un mundo que enfrenta retos globales como el cambio climático, la desigualdad y las migraciones masivas, los ciudadanos buscan respuestas inmediatas a través de figuras carismáticas que prometen soluciones rápidas, aunque a menudo simplistas y divisivas. Por otro lado, el proteccionismo es una reacción natural a la incertidumbre económica, pero también refleja una falta de visión para gestionar los beneficios y riesgos de la globalización. La polarización, en tanto, es alimentada por algoritmos que priorizan la controversia y refuerzan las opiniones extremas.

Si estas tendencias continúan, las consecuencias podrían ser devastadoras. El fortalecimiento del personalismo puede debilitar las democracias al concentrar el poder en manos de unos pocos, erosionando el estado de derecho y fomentando gobiernos autoritarios. El proteccionismo podría derivar en guerras comerciales que afectarían el crecimiento económico global, mientras que la polarización exacerbaría los conflictos internos y limitaría la capacidad de los Estados para construir consensos necesarios en temas apremiantes como la transición energética o la gestión de crisis humanitarias.

En este contexto, la sociedad global enfrenta un dilema: continuar por este camino o redoblar los esfuerzos para fomentar el diálogo, fortalecer las instituciones democráticas y promover la cooperación internacional. La historia ha demostrado que los periodos de crisis también pueden ser momentos de transformación, pero esto dependerá de la capacidad de los líderes y ciudadanos para tomar decisiones que trasciendan los intereses particulares en favor de un futuro más equitativo y sostenible.