Tocaron la puerta de mis recuerdos, pero queriendo vivir en el presente, hice caso omiso, repitiéndome en la mente, lo que algunos recomiendan para que la vida siga y se viva en la realidad del momento: lo pasado, ya pasó, sigue de frente y no voltees hacia atrás, más quien estaba detrás de la puerta, al ver que no la abría, empezó a entonar canciones románticas del ayer, y tratando de disimular mi interés por abrir, cerré los ojos, más, no pude dejar de escuchar aquellas melodías de mi adolescencia y de mi juventud, entonces, preso de una ansiedad inusitada, sin pensarlo más, abrí, y cuál fue mi sorpresa, que detrás de aquella puerta estaba yo, rodeado de hermanos y amigos entonando la letra de las canciones que despertaron en mí, aquella alegría que permanecía dormida por vivir un presente lleno de eventos estresantes y violentos, que se empeñan en apagar la luz que me ilumina y que me guía, para seguir adelante, así es que hice caso omiso de aquellos que buscan desesperadamente encontrar en el presente los motivos para decir: Bien vale la pena vivir, pero van arrastrando los pies llevando consigo las cadenas que se forjaron por haber renunciado a la libertad de ser ellos mismos y por confiar en las falsedades que construyen quienes nunca fueron felices, y se afanan en teñir el cielo azul, del color gris de las tristezas y nostalgias, generando entre hermanos incidías y rencores para romper con los amores que nos llenan de esperanzas.
¿Qué con qué me quedo?, me quedo con todas aquellas vivencias de antaño, las que me generaban más alegrías que tristezas, me quedo con la reuniones de familia que nos hacían sentir orgullosos de tener un hogar cuya calidez dependía del amor que nos teníamos unos con otros; me quedo con las aventuras que disfrutamos con los amigos del barrio, con los bailes y las tertulias a las que asistíamos, me quedo con las miradas que nos dirigían las jóvenes doncellas, lenguaje callado pero asertivo, pues mantenían nuestra autoestima alta al darnos la oportunidad de sentir lo que era estar enamorados; me quedo con los viajes recreativos que hacíamos los fines de semana para manteneros unidos a la naturaleza hermana; me quedo con los esfuerzos compartidos en los juegos de la cuadra, donde nunca hubo vencedores ni vencidos; me quedo con los secretos forjados cuando el amor no era correspondido; me quedo con todos estos regalos que en momentos irrepetibles viví junto a tantas y tantos seres amados, muchos de los cuales ya han partido. Me quedo también contigo padre, madre, hermanos, compañeros de escuela, de proyectos y planes consolidados, que arrojaron un beneficio personal y compartido con la comunidad, escenario bendito donde pasé mis mejores años.
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