Con gusto te daría parte de mi energía vital, la suficiente, como para hacer de nuestro tiempo actual, un vivo recuerdo de lo que dejamos atrás, pensando que, con la edad, el amarse termina por conjugarse en tiempo pasado.

Con gusto te daría parte de la luz de mis ojos, para que ilumines de nuevo con ella, la esperanza que nos dio la confianza de sentirnos perfectos, por haber sido creados por Dios, y no avergonzarnos, pensando ahora en nuestros supuestos defectos.

Con gusto desecharía los viejos pensamientos, que oscurecen tus maravillosos días y no te permiten contemplar en el espejo, la verdad de que para mí serás enteramente bella, eternamente mía.

Con gusto renunciaría a mi derecho de defender mi verdad contra la tuya, si al perder la discusión sobre quién tiene la razón, me hicieras sentir, no como un botín de tu victoria, sino el premio que te conducirá a la gloria con el amor que te profeso.

Con gusto me convertiría en la brisa fresca que te haga despertar por las mañanas, con la alegría de sentirte viva, después de disfrutar a plenitud una noche de placer por demás apasionada.

Con gusto me quedaría sin nada, si en la nada sólo podrían caber los momentos en que te hice sentir una mujer feliz, siempre tan amada, por la abundancia de luz de este corazón que denota vida, que nos fue obsequiado por Dios, para iluminar en el jardín del Edén, donde iniciara el amor entre el hombre y la mujer.

Con gusto te diría que sí, aceptando que siempre tienes la razón, porque eres libre de expresar tu derecho a disentir, aunque me duela el alma, cuando me dejo herir, tratando de evitar que te dañe a ti la puñalada de la incomprensión manifestada.

He aquí la luz que emana de un corazón iluminado por la fuente del amor eterno, he aquí la llama encendida de la lámpara que alumbra la conciencia, cuando ésta se oscurece por pensamientos que te alejan de la verdad para dar cabida a la mentira.

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