¿Qué te está frenando? Me preguntó mi Maestro Jesús; y tratando de disimular que todo estaba bien, le contesté: A tu lado mi Señor, nada me frena, me siento ligero, gozo a plenitud tu divina compañía, en fin, me siento feliz. Jesús detuvo su marcha y se sentó sobre una gran piedra, cual, si fuera su trono, después tomo con su mano derecha una delgada rama seca que tenía una curvatura y parecía haber sido extraída de un círculo, entonces empezó a escribir sobre la tierra; lleno de curiosidad y preocupado por haberle mentido, lo observaba, esperando que saliera de su boca unas palabras de reproche por mi falta de sinceridad, pero él seguía sereno, como esperando que yo le dijera la verdad, y fue así que no soportando el dolor de la mentira, respondí: Perdóname Maestro, perdona a este aprendiz de discípulo tuyo, cuyos momentos de gozo han sido mayores que los quebrantos de ánimo, perdona a esta endeble alma mía por titubear ante tu bendita presencia, pero la verdad es que tengo miedo. Jesús levantó su cabeza y me miró fijamente a los ojos, había tanto amor y tanta ternura en su mirada, que no pude contener el llanto, y comentó: Entonces de eso se trata, tienes miedo, y se puede saber a qué le temes. Ahora era yo quien miraba al suelo y temblando dirigí el dedo índice de mi mano derecho a la superficie de la tierra y empecé a escribir lo que estaba sucediendo. Entonces Jesús dijo: En verdad te digo que eso que temes, no tiene fundamento, debes de perdonarte antes de pedir perdón porque sólo así puedes encontrar la respuesta a tu pesar, debes recordar que yo siempre estoy aquí, a tu lado para mantenerte despierto cuando se deba, para darte el descanso cuando lo necesites, para iluminar tus días grises, para que aligeres la carga de tus problemas, para recordarte que hay muchas otras cosas por hacer y por atender, para que puedas sentir que vas por buen camino porque “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8:12)

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