“Más has de saber esto, que en los días postreros o hasta el fin del mundo sobrevendrán tiempos peligrosos. Se levantarán hombres amadores o pagados de sí mismos, soberbios, blasfemos, desobedientes a sus padres, ingratos, facinerosos, desnaturalizados, implacables, calumniadores, disolutos, fieros, inhumanos, traidores, protervos, hinchados, y más amadores de deleites que de Dios, o religión, pero renunciando a su espíritu. Apártate de los tales” (2 Timoteo: 3:1-5)

Ni todos los hombres, ni todas las mujeres promueven el odio, o generan la maldad. Aquellos que acusan verdadera saña y violencia contra su prójimo, se dicen víctimas de un abuso previo, ya sea en el seno familiar, ya en la escuela, en el trabajo, en la sociedad, y su diversidad que siempre está sujeta al impacto negativo que modifica su actuar, debido a las tendencias globales que vienen empujando la instalación de una cultura deformada, que privilegia el  maltrato y sus dolorosas formas de expresión en todo ser humano sin distingo de edad, sexo, religión, estatus político y económico.

Muchas veces hemos dejado de atender situaciones que exigen nuestra total entrega para corregir el rumbo,  ya sea de nuestro propio actuar, de lo que ocurre en el seno de nuestra familia, o de lo que acontece en la sociedad y que es generado por personas cuyo estado mental acusa un evidente deterioro, y logran posesionarse, dentro de las estructuras de poder, que administran la economía, la salud, la educación y la justicia, así como  todos los procesos que influyen en el buen desarrollo de programas para el bienestar social.

Lo que sigue después de la confusión, la falta de confianza, la desesperanza y el miedo que todas estas cuestiones ocasionan, es evitar que se siga dividiendo a la sociedad, porque todo ello contribuye a hacer efectiva la máxima que pondera el hecho de que dividiendo se puede vencer. Una sociedad fragmentada no genera una fuerza contundente, concluyente y efectiva para derrumbar las ambiciones de los que sólo buscan el poder para someter y controlar.

Los hombres y las mujeres somos hermanos y debemos de buscar la unidad para conservar la equidad, la justicia y la paz social.

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