¿A dónde nos llevas calor? A buscar el frío, respondió el calor. Pero falta mucho para el invierno y tus efectos están ya causando un verdadero e indiscutible cambio en la vida de los seres humanos. Vamos, respondió el calor, esto es sólo una probadita de lo que viene más adelante, además, te debo recordar que el ser humano por naturaleza es frío, y eso le da una ventaja. ¿No entiendo cuál es el punto? Mira, los seres humanos están muy acostumbrados a los cambios extremos, sobre todo los habitantes de tu país, ya encontrarán la forma de salir adelante de éste exceso de energía que emana del astro rey, más te diré una cosa, cuando lleguen las gélidas olas de frío, la situación será más preocupante, de tal manera, que el extraviado calor humano que les caracteriza para enfrentar las crisis que los aquejan, por necesidad, los convocará a trabajar en comunión para vencer la adversidad, más te advierto que esto no será nada fácil. ¿Por qué lo dices? Porque tanto el exceso de calor como de frío provocan tal condición en la madre tierra que la fertilidad de la misma estará en riesgo, entonces se asomará una nueva crisis, la crisis del hambre, aunada a la crisis del agua.

¿Es acaso esto una pesadilla? Si es así quiero despertar. Pues despierta si quieres, pero te encontrarás con la misma realidad, dijo el calor, ¿preocupante verdad? Mientras tú, como una minoría, estarán ideando cómo puede disminuir los efectos de Cambio Climático, muchos seguirán discutiendo quién tiene la razón, seguirán desmintiendo y deformando la verdad, porque estarán alimentando esperanzas vanas y seguirán estableciendo medidas distractoras para que la situación crítica no degenere prematuramente en pánico.

Los problemas del hombre no se medirán por indicadores de solvencia económica, rico o pobre, igual se sujetarán a las leyes de la naturaleza, porque tanto unos como otros se han olvidado de los mandatos divinos, su fe es sólo un vestigio que heredaron de aquellos que fueron testigos presenciales del poder de Dios.

“Que, si alguno oye mis palabras, y no las observa, yo no le doy la sentencia: pues no he venido ahora a juzgar, al mundo, sino a salvarle.” (Jn 12:47)