¿Y tú de qué quieres hablar? ¿De la distancia, del tiempo, de la edad, del olvido, del espacio, de la soledad, de la tristeza, del dolor? Y por qué hablar de todo lo que en su conjunto recibe un sólo nombre: Depresión. El paciente me miró a los ojos y preguntó: Me resisto a pensar que me aqueja un trastorno depresivo. Le contesté: El ser humano pasa por un período de negación antes de aceptar que lo aqueja cualquier dolencia que desestabiliza su vida. Tal vez tenga razón, me he estado resistiendo a la idea de que tengo depresión, dijo el paciente, pero no entiendo por qué mencionó una serie de palabras al inicio de la consulta que pudieran estar relacionadas con mi padecimiento. Tal vez, estas palabras no estén en un perfecto orden, le dije, pero, seguramente pueden motivar en su cerebro algún indicio que lo conduzcan por el camio correcto para llegar a la puerta que se ha negado a abrir para enfrentar sus temores. Camino, puerta, miedo, a qué se refiere usted, médico, ¿acaso es esto un juego de rompecabezas, y toda esta palabrería sean las piezas para armarlo? Tómelo como mejor lo entienda, le dije, yo sólo quiero facilitarle una forma para ir armando el rompecabezas al que se refiere. De acuerdo ¿pero en verdad cree que este “juego” puede ayudarme a entender lo que me pasa? Inténtelo, digamos que podría ser el primer paso para llegar a una presunción diagnóstica y de ahí dar el siguiente, para que acceda a un servicio más especializado que lo ayude a encontrar la solución de su mal estar. Bueno, nada se pierde con intentarlo, doy mi consentimiento para buscar una respuesta a el porqué de mi mal estar.

Empecemos por la palabra: distancia, ¿le dice algo? el paciente bajó su cabeza mirando al suelo por un par de minutos, y respirando profundamente, dijo: Sí, la distancia me dice algo. ¿Acaso perdió algo, o perdió a alguien? Bueno, todas las personas podemos sufrir alguna pérdida, ya sea de algún objeto valioso, una oportunidad, o algo más doloroso cómo perder a un ser amado. Y cuál sería su caso, le pregunté. Prefiero no hablar de eso, me dijo, no tiene caso comentarlo, eso fue ya hace mucho tiempo, cuando tenía menos edad, de hecho, ya quedó en el olvido, y de sólo recordarlo me da tristeza, y pensar en ello me causa dolor. Bueno, le dije, dicen que el tiempo lo cura todo, como esa pérdida fue hace ya mucho tiempo, ya la olvidó, seguramente encontró el camino para sanar su malestar. El hombre, de nuevo me miró a los ojos y respondió. La verdad, el tiempo, no cura nada, y a mi edad, la soledad suele ser mi compañera frecuente, y el hecho de sentirme solo, me hace recordar que hay espacios en los que uno se puede quedar para siempre.

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