“Jesucristo el mismo que ayer, es hoy, y lo será por los siglos de los siglos. No os dejéis, pues, descaminar o llevar de aquí para allá por doctrinas diversas y extrañas. Lo que importa sobre todo es fortalecer el corazón con la gracia de Jesucristo, no con las viandas aquellas que de nada sirvieron por sí solas a los que andaban vanamente confiados en ellas.” (Epístola San Pablo a los hebreos 8:8-9)
El cielo se torna gris, la confusión reina en el pueblo de Dios, la fe se pone a prueba para muchos cristianos, más no para aquellos en los que la semilla del amor de Cristo ha dado el ciento por uno; el sol saldrá a despejar las dudas e iluminará a los que se han dejado engañar por las mentiras y los falsos profetas; los que han saciado la sed con el agua viva, no se dejaran llevar por la desesperación y no será más su pretexto la necesidad del hambre, porque siempre han tenido que comer y no de la mano del hombre que cautiva con la devoción a falsos ídolos, sino por obra y gracia de Dios, que lo mismo viste a las aves del cielo, como da color y perfume a las flores.
La peor pobreza que se puede padecer, es la falta de fe, quien tiene fe, siempre saldrá adelante, siguiendo el camino de la verdad; el Señor dotó al hombre de inteligencia y de fuerza para valerse por sí mismo, ¡Ay de aquellos que creen que se puede vivir sin poner en acción los talentos que les fueron obsequiados y desean vivir mendingando los favores de los que falsos ídolos! Pesadas serían las cadenas que arrastraran, y pesadas también, las cadenas que arrastrarían las futuras generaciones, de los abatidos por la pobreza de plena conciencia y el fanatismo.
Bienaventurados los que confían en el Señor, nuestro Dios, pues de ellos será el reino de los cielos, bienaventurados los que aman de corazón a su prójimo y no conspiran para empobrecer el alma y disolver la alianza con Él.
El que tenga oídos que oiga, el que esté dormido que despierte, mantengamos las velas encendidas, porque está cerca la segunda venida de Jesucristo.
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