Hay tantas luces que se han apagado y otras tantas que habrán de apagarse, luces, que se iluminaron a sí mismas y principalmente a lo que se encontraba más cercano al momento de mayor brillantez en su vida, y que incluso, en ocasiones en un desplante de poder y bondad, llegaron a iluminar con destellos la vida de otras personas. Hay luces que, llegado el momento del éxito, se sintieron estrellas, pero, al irse apagando se percataron de que la luz que reflejaban tenía una fuente secundaria, que dependía del poder temporal y superfluo que dan las cosas materiales, hasta entonces volvieron a percatarse de que eran personas. Pero ¿cuánto vale una persona en desgracia? Vale seguramente lo que en amor pudo generar mientras se tenían los pies en la tierra; más para Dios seguirá teniendo el valor que tiene un hijo para el Padre.

Hace unos días me preguntaba Sebastián, mi nieto mayor, que cuántos amigos tenía, y le contesté, que no lo sabía, pero, seguramente, me haría muy feliz saber, que en el corazón de las personas con las que he interactuado en la vida, éstas me hayan reservado un pequeño espacio, no importa si no tenemos tanta cercanía, no importa cuánto tiempo haya pasado desde la última vez que nos vimos, porque bien sé, que si volvemos a encontrarnos, volveríamos a sentir que lo que en verdad nos une, tiene más valor que aquello que materialmente nos posesiona en una categoría, aquí en la tierra.

En mi camino encuentro muchas personas, algunas, intentan ser las más brillantes y le apuestan a todo aquello que puede hacer la diferencia, entre un hermano y otro, en ocasiones, llegan a tener tanta luz, que ésta termina por cegarlos, y al no distinguir por dónde van, ni saber que es otra persona cegada por los mismos motivos, la que camina a su lado, ambos terminarán tropezando.

Cuando voy por mi camino, sintiendo cómo mi luz no es suficiente para iluminarlo, siempre me aseguro de seguir a la fuente inagotable de luz, porque, aunque tropiece, sentiré cómo me toma de la mano para seguir caminado junto a Él.

Siempre que alguien cae en desgracia, pienso en lo mucho que ha de estar necesitando de sus amigos, en ocasiones, cuando la llama del amor está en el corazón de quienes lo amaron, la esperanza y el amor de Jesucristo estarán más cercanos que nunca.

“Porque yo tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; era peregrino y me hospedasteis; estando desnudo me cubristeis, enfermo y me visitasteis, encarcelado y vinisteis a verme y consolarme” (Mt 25:35-36)

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