Entonces, si ves con los ojos del corazón, puedes observar lo evidente, puedes maravillarte con lo que no quieres ver y puedes cargarte de energía positiva. Mira cómo el árbol que ayer derrochaba belleza, cuya vitalidad causaba envidia, ahora yace seco, más, habiendo sido generoso en tiempo de abundancia, dejó que otra planta, aparentemente insignificante, trepara por su grueso tallo, y que por ello fuera considerada como parásito por el hombre, quien suponía que ésta le robaría los nutrientes, pero, al contrario, resultó que en tiempos de sequía nutría con su esponjoso tallo plétoro de líquido a quién padecía la agonía de morir de sed. ¿Qué cuantas veces ocurrió este milagro? Hasta setenta veces siete, más, cuando la misma tierra se desecó tanto, llevó el agua de la superficie a un manto más profundo, y la mayoría de las raíces del árbol murieron, haciendo que la formidable planta entristeciera tanto, que dejó caer sus hojas al suelo, perdiendo con ello su belleza, pero protegiendo a la tierra de tal quebranto; la tristeza del árbol era evidente, y la planta que la acompañaba en tan duro trace, que igualmente sufría por la falta de agua , le dijo: Vaya mi último esfuerzo de vida para darte la alegría de saberte vivo a pesar de todo lo que te pasa, y en aquel suspiro que parecía interminable, brotó de aquella planta insignificante, un ramillete de flores blancas en lo más alto del árbol en agonía; y viendo el Señor de los cielos, el Dios de todo cuanto existe y existió, que aquél que da la vida por sus amigos. se había ganado la vida eterna, ordenó al cielo se llenara de nubes, para dejar caer sobre la tierra la bendita lluvia que apagaría la sed de todo ser que habitaba la tierra.
Para Dios no hay imposibles, si tus ojos no te permiten ver lo que el Señor tiene preparado para ti, permítele a tu corazón llenarse de fe, para que puedas ver que sigues viviendo en el paraíso que hizo para ti; y cuando pareciera que todo llegará a su fin, la realidad es que estarás presenciando el principio de una nueva vida.
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