Hace ya un buen tiempo, uno de mis hijos me invitó a un festejo familiar, la mayoría de las mesas en el salón estaban completas, y él,  un poco preocupado por no encontrarme un buen lugar, por fin respiró al encontrar un espacio vacío  y me llevó  a sentar junto un personaje que denotaba un actitud un tanto rígida, una vez junto al que habría de ser mi compañero de mesa, éste me saludó cortésmente, yo inmediatamente hice lo mismo; por unos minutos ambos permanecimos callados, después, consideré oportuno romper aquel silencio con un comentario relacionado al trabajo y el hombre estuvo atento, aunque sólo movía su cabeza a manera de estar aprobar o desaprobar lo expuesto; he de reconocer, que me sentí un poco incómodo, pues, pensé que tal vez había ocupado un sitio que no me correspondía, más el hombre, al notar mi inquietud, recuperó la conversación, recuerdo que me dijo: Usted escribe en el periódico; así es, le respondí sonriendo, continuó diciendo: oiga y ¿cómo le hace para escribir todos los días? Bueno, le contesté, cuando haces lo que te gusta, el trabajo resulta ser tan placentero que sólo está supeditado por la voluntad, y afortunadamente, siempre tengo algo que escribir.

Sí, lo he comprobado, me dijo mi interlocutor, denotando seriedad en su respuesta.

¿Pero no se ha puesto a pensar que habrá gente que no muestre un interés fidedigno por lo que escribe? La verdad, nunca había pensado en eso, respondí, porque tanto el escritor como el lector están haciendo uso de una libertad. No lo entiendo, me respondió.

Mire, cuando usted leyó alguno de mis artículos, lo hizo haciendo uso de esa libertad, si los leyó, seguramente fue porque encontró algo de interés, de otra manera, pudo dejar en ese momento de leer, incluso, de volver a tomar en cuenta lo que yo escribo, el hecho de que me haga estas observaciones, me llena de satisfacción, porque  encontró algo qué criticar en mis narrativas, algunas otras personas tendrán una opinión diferente a la suya, porque hacen uso de ese derecho y continúan leyendo lo que escribo.

El hombre se quedó un poco sorprendido con mi respuesta y con un dejo de mortificación comentó: ¿No estará usted pensando que mi critica es negativa? Si lo es o no, le respondí, le agradezco mucho el que se tome la molestia de leer mis artículos, opiniones como la suya necesitamos mucho en nuestro México, personas que en verdad lean y analicen lo que se escribe  en los periódicos o lo que se dice o publica en otros medios de comunicación, pues hay tantos riesgos en la información o en la desinformación, que hasta sin darse cuenta, se puede llegar a perder el derecho a la libertad de expresión, y esto puede ocurrir, si los ciudadanos le permitimos a un poder ejercer su influencia más allá del poder que le concede la Constitución. El hombre se quedó pensando, me dio una palmada el hombro izquierdo y me dijo: ¿qué le parece si pedimos algo de tomar?

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