Pareciera que nuestros pasos ya no resonaran al caminar, que las palabras fueran como burbujas de jabón que se mantienen suspendidas en el aire sólo unos instantes, para desaparecer después y para siempre.
La reconstrucción de nuestra forma de vivir está tardando demasiado, la incertidumbre genera ansiedad, y ésta, genera depresión, y el ciclo de retroalimentación se repite debido al estancamiento político y social que no solamente experimentamos en México, sino en el mundo entero.
Algunos tratan de huir de su triste realidad, en la esperanza de encontrar abierta la puerta que se cerró, para escapar de los males liberados de la caja de Pandora y que siguen azotando nuestro castigado país.
Huir… ¿a dónde? ¿de quién?, de nuestros temores tal vez, de nuestra impotencia, de tantas y tantas cosas que no quisimos ver, ni escuchar, ni atender.
Pareciera que estuviéramos caminando en el aire, y lo hiciéramos a sabiendas de que no somos aptos para volar, a sabiendas, de que en cualquier momento pudiéramos caer y entonces recordar cuando nos desplazábamos en las cuatro extremidades.
Los mexicanos podríamos entrar a una etapa en la que estuviéramos más desunidos que nunca, los pretextos sobran, la tierra se sembró de discordia, de injusticia, de desconfianza.
Tal vez, lo único que podría mantenernos unidos es la fe, porque a fin de cuentas, todos seguimos teniendo el mismo anhelo: el de vivir y disfrutar nuestra existencia, en una patria donde se privilegie la justicia, la equidad, la democracia, donde reine la armonía y la paz.
Iniciemos la reconstrucción de México, en el seno de nuestras familias.