Sí, la casa suele ser fría algunas veces, tal vez, falte el roce de los cuerpos que en su continuo ir y venir de aquel espacio pequeño, lograba producir energía y con ella el calor que mantuviera un ambiente cálido; falta, tal vez, el correr de los niños, el choque en el aire de las palabras amables y los gritos; las hornillas de la estufa encendidas, ahí donde hierve la sopa aguada o el caldo de temporada; qué sé yo,  a veces, no se puede tener todo en la vida, a veces todo en la vida suele ser transitorio y no permanente como yo quisiera; sí, tal vez, sea eso el motivo de que la casa suela ser fría;  más, recuerdo cuando el frío era producto de la temporada, sí, del invierno, entonces era el tiempo en el que deseaba sentarme en el sillón de la sala, tapado casi hasta la cabeza, con los pies sobre el borde del sillón y las piernas pegadas al pecho, para no dejar escapar el calor del cuerpo, para no pisar el piso sin zapatos puestos, y mirar con los ojos entrecerrados hacia las luces intermitentes de aquel pino que adornaba la esquina de la ignorancia como le llamaba en esa edad, al hecho de que por más luces encendidas en aquel árbol sin vida, se reflejara el sentimiento de un abandono, que reñía con la narrativa de los cuentos y las películas que se exhibían en el cine de la localidad, en la proximidad de la Navidad tan esperada.

Pero el recuerdo de ayer, no denota el sentimiento que suele acompañar hoy al hombre, cuando trata de huir para que no lo alcance el tiempo, en sí, abandono y ausencia no se definen igual,  pero amos denotan la presencia de una sensación fría, de algo perdido o algo que no se quiere perder, y qué podría yo querer no perder, me lo he preguntado y me lo han preguntado, y cuando me respondo a mí mismo, lo hago en silencio porque ni yo quisiera escucharme, más cuando le respondo a los que me han preguntado no tengo empacho en gritar: ¿Acaso no te das cuenta, no me has escuchado? es eso precisamente lo que no quiero perder, a todo aquél que ha tenido la paciencia para escuchar lo que digo, para leer lo que escribo, para sentir lo que siento, para atender con plena conciencia de lo que se trata todo esto.

Hace años, cuando tuve el valor de preguntarme qué era lo que quería, llegué a la siguiente conclusión de que de lo que quería hacer en mi vida:

Algo Hermoso

De mi vida quisiera ser algo hermoso,

encontrar la esencia del amor más puro,

reconocer la rosa por el color más rojo,

la luz que jamás se apaga en lo más oscuro.

El amigo sincero que todo escucha,

la rutina alegre de calma y paz,

el brillo de unos ojos que borran la mancha,

la esperanza de un mañana y un futuro más.

El verdor, el aroma y la frescura,

la punta fría y navideña de un pino en ignorancia,

la vida cegada por el filo, debido a su hermosura,

la caída en una esquina que adorna la elegancia.

La fragancia de una flor en primavera,

el azahar penetra de mieles mis entrañas,

despertar herido por el sol de la pradera,

admirar el arte inteligente de una araña.

Todo lo que vivo es hermoso,

el problema es no gozar lo poseído,

vivir en la ignorancia de ser famoso,

dejar atrás todo por lo que he sufrido.

(1981)

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