El fin de semana me levanté con la idea de fortalecer la unidad familiar, que por cierto, no termina de restablecerse debido a los efectos nocivos de la pandemia de Covid-19; ahora la atención de los miembros de la familia está muy dispersa, al parecer, a los jóvenes les dejó como secuela, una necesidad inherente de satisfacer todos sus anhelos emocionales; lo mismo se están revelando ante las figuras de autoridad, por considerarlos causantes de la “pérdida” de al menos dos años de su vida de relación, ajustada ésta, a las actividades propias de su edad y a su tiempo, así como también, están minimizando las posibilidades de un futuro promisorio, por lo que algunos prefieren vivir el día a día, de hecho, empiezan por desechar las medidas de prevención sanitaria, para evitar un posible contagio de Covid-19 y otras enfermedades infectocontagiosas; de ahí que estamos viendo un aumento en la incidencia de casos de enfermedades agudas de vías respiratorias, cuyos síntomas no dejan de preocupar a los agentes de salud, prestadores de servicios del ramo a la población más desprotegida, pues confunden a quienes están aún comisionados en los filtros, para detectar casos sospechosos de Covid-19.

Por otro lado, la incidencia de casos de  trastornos depresivos y de ansiedad van a la alza en los adultos mayores, sobre todo, en personas que actualmente ya no están ejerciendo alguna actividad productiva, o se encuentran por ello jubilados; de hecho, algunos de mis amados pacientes me decían, que si viviéramos en la época de Moisés, veríamos que en la generación Covid, pareciera que la fe en el Altísimo se estuviera extraviando, y ahora han construido ídolos virtuales, para tratar de encontrar en ellos algún motivo para poner su esperanza; situación más que preocupante para encontrar de nuevo la Luz Divina que es motivo de la presencia de su oscuridad.

Nunca es tarde para escuchar las necesidades de una comunidad que ha perdido también la fe en sus gobernantes, nunca es tarde para la comunidad, escuchar su interior, para encontrar en ello que la necesidad más grande que tenemos, es contar con el beneplácito del Dios único, para guiarnos a unos y otros por la senda correcta: El amor por el prójimo.

Es hoy la confianza, el valor más preciado que buscaremos los ciudadanos en el arranque de este nuevo gobierno, y esperamos en Américo Villarreal Anaya que la luz de su corazón prevalezca sobre cualquier otra influencia, para hacer de la entidad la más prospera, segura y pacífica, para unir a las familias en una sola: La Familia Tamaulipeca. ¡Que Viva México, que viva Tamaulipas!

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