Definitivamente la adaptación a la nueva modalidad de vida, originada por la pandemia por COVID-19 que aún estamos viviendo, no nos regresará a la normalidad a la que estábamos acostumbrados.

Por más intentos que haga la gente, el mencionado evento epidemiológico global, nos ha dejado marcados, y si algo hemos aprendido, es que somos muy vulnerables  y seguiremos estando expuestos al contagio y a los efectos secundarios que deja . En lo particular  me he contagiado ya en dos ocasiones, al inicio de la llegada del virus original a México y  durante la cuarta embestida, debido al contagio de la variable ómicron del SARS-CoV-2.

Todos los días puede uno encontrar información  relacionada con nuevas presuntas secuelas de la exposición al virus, algunas con un buen sustento científico, otras evidenciando sólo sospechas sobre el impacto secundario en órganos y otras estructuras del cuerpo, que no han sido probadas con la rigurosa metodología para ser validadas, entre estas últimas se incluyen algunas que no suenan muy irreales e imposibles, por lo mismo quedan fuera de discusión hasta que una autoridad competente diga lo contrario.

Lo que yo he observado como médico de primer nivel de atención, es un importante aumento de la incidencia de casos de trastornos de ansiedad y depresivos en niños, adolescentes y adultos jóvenes, y una agudización de la prevalencia de estos padecimientos en los adultos mayores, en estos últimos, cuando el paciente tiene  como comorbilidad una enfermedad crónica, se está presentando una mayor dificultad para el control, no pasando desapercibida la probable asociación entre la exposición del virus, su impacto socioeconómico y sus patologías de base con los desequilibrios emocionales mencionados.

Sin duda existen muchos artículos sobre el particular y no esté comentando a mis lectores algo nuevo, pero, lo que sí podría ser algo de llamar la atención, es la respuesta del sistema de salud y/o la sociedad para resolver los efectos nocivos de las asociaciones  mencionadas.

Como diría un buen amigo filósofo: Pareciera que ya a nadie le importa lo que está sucediendo, porque cada quien quiere vivir el presente a su manera; por un lado, el gobierno le da prioridad a otros temas, y por otro, la sociedad se está deshumanizando.

Estar atento a lo que sucede en nuestro entorno, nos debe de poner en alerta para accionar estrategias y mantener el interés sobre los problemas que más afectan a nuestra sociedad, y sobre, todo a nuestra familia. Mantengamos la unidad y hagamos mucho con lo poco que pensamos que está a nuestro alcance.

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