Mi naranjo, sembrado en la jardinera de la banqueta frente a mi casa ha enfermado,  eso me reportó mi amada nieta María José, ahora que tuvimos la gran ventura de que se quedara a dormir en la casa de los abuelos; y es que María fue muy insistente, ella nos dijo que quería hacer realidad un sueño y ese era el quedarse a dormir en nuestra casa; le preguntamos si tenía permiso de sus padres y comentó que ya se los había comunicado, pero conociéndolos como son de aprensivos, les preguntaría de nuevo, y así lo hizo cuando regresaron  por ella ese día, pero tal y como lo había anunciado, le negaron el permiso, y entonces, mi nieta, que es una actriz en ciernes, inmediatamente preparó una escena dramática, tanto, que hizo llorar a su abuela y logró que sus padres se enternecieran y aceptaran; pero como María tiene mucho apego con su hermano menor José Manuel, invitó a su hermano, quien al principio aceptó, pero después de que sus padres se fueron y habiendo pasado un par de horas, me pidió les llamara para que acudieran por él, porque según dice José Manuel, el ama a su hermana, pero ama más a su madre; en fin, María se puso triste, pero es tan firme en sus decisiones, que despidió a José con un fuerte abrazo y un beso, pero regresando al asunto del naranjo, a la mañana siguiente y antes que mi nieta se levantara acudí a observarlo, y definitivamente, el naranjo luce triste y sus frutos son pequeños y no están tomando el color amarillo de forma uniforme, así es que durante el desayuno, felicité a María por su excelente don de la observación minuciosa de  su entorno, pero ella aprovechó para pedirme la sacara de algunas dudas y así se dio el dialogo: Abuelo, los árboles pueden contagiarse de Covid; mi respuesta instantánea fue que no. La niña siguió preguntando: ¿Los naranjos pueden contagiarse de tristeza? Recordé que existe un virus en los cítricos que causa la enfermedad de la tristeza, se lo mencioné pero no quise entrar en detalles; pero la niña insistía con sus preguntas sobre la tristeza, y dijo: ¿Crees tú que los árboles sienten? Desde luego que sienten, le contesté sin titubeos. ¿Tu naranjo esta triste por la tristeza de las personas?

Me quedé pensando qué contestarle, no quería hacerlo sin tener argumentos comprobables, pero le dije: Yo creo que todo ser vivo puede ser contagiado por los sentimientos del hombre, por ejemplo, si tienes un perrito, el puede percibir cuando tú estás contenta o cuando estas triste.

Mi nieta contestó que su perro, cuando le da gusto verla, mueve la cola, se acerca y  baja la cabeza para que ella lo acaricie, también ha notado que se pone muy inquieto cuando no va  a saludarlo y a jugar con él.

El perro es un ser vivo y siente, no importa que no hable nuestro idioma, así las plantas son seres vivos, mi abuelita Isabel, siempre les hablaba a sus plantas y ella aseguraba que la entendían, pues siempre estuvieron muy hermosas y llenas de flores, tal vez mi naranjo esté triste porque hemos estado tan preocupados por la pandemia y sus efectos sobre nuestra vida, que no le he puesto la suficiente atención, no le he hablado, en ocasiones no lo he regado, incluso, no he tomado su fruto.

María ponía mucha atención a lo que le estaba diciendo, en su carita denotaba asombro, pero también incredulidad; entonces dijo: Abuelo, entonces te voy a dar un consejo, tú y mi abuela no deben de sentirse tristes, estén alegres, para que todos estemos alegres y no nos contagien la tristeza.

Mi niña si nosotros no estamos tristes. Eso lo dices tú, pero yo veo a mi abuelita en ocasiones triste y llorando, por eso estoy aquí, para hacer realidad mi sueño. Bueno ya lo lograste, ya dormiste en casa de tus abuelos. No abuelo, mi sueño es hacerlos felices, quiero que sepan que los quiero mucho y ya no quiero que estén tristes, ahora abrázame como antes, yo no tengo Covid. La niña corrió hacia mí y la abracé, sintiendo con ello  cómo la fe de mi nieta era más grande que la mía.

 

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