“Por lo cual no desmayemos; antes aunque en nosotros el hombre exterior o el cuerpo se vaya desmoronando, el interior o el espíritu se va renovando de día en día. Porque las aflicciones tan breves y tan ligeras de la vida presente, nos producen el eterno peso de una sublime e incomparable gloria, y así no ponemos nosotros la mira en las cosas visibles, sino en las invisibles. Porque las que se ven, son transitorias; más las que no se ven, son eternas. (2 Corintios 4:16-18)
El que tiene hambre originada por la necesidad de alimentar el cuerpo, buscará afanosamente saciarla de la mejor manera, en ocasiones, así quisiera un manjar para hacerlo, podría sólo servirse de las sobras que otros dejan; mas el que tiene hambre del amor de Jesucristo, sabe que el Señor es magnánimo en misericordia y llevará a la mesa del necesitado el mejor alimento para saciar el hambre de su espíritu. Señor que no me falte tu Palabra, porque con ella se alimenta mi espíritu, y un espíritu lleno de gozo, jamás se doblegará ante el hambre del cuerpo.
Es cierto que el cuerpo débil es como un templo vacío, mas, si las circunstancias no te permitieran acudir al tempo, fortalece el templo de tu espíritu en el silencio de tu desierto y prepárate para la llegada del Señor, porque si te alejas de él, no será porque tengas como pretexto las circunstancias sanitarias, sino por la debilidad de tu fe, y eso te hará padecer un hambre eterna.
“Porque en donde dos o tres se hallan congregados en mi nombre, allí me hallo yo en medio de ellos” (Mt 18:20)
Bendice Señor a nuestra familia y bendice todos nuestros Domingos Familiares.
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