Un buen día salí de mi refugio, y me asombré al ver la grandeza del sol y me dije: ¿Dónde he estado todo este tiempo? ¿Acaso encerrado? ¿Acaso ensimismado ¿Acaso me la he pasado soñando? Entonces levanté los brazos al cielo y le di gracias al Señor por todo lo que hasta ahora había logrado, después respiré profundamente y en mi mente repetí las siguientes palabras: Cuando llegue a la vejez, quiero llegar completo, que no me falte nada, quiero sentir el amor de mi amada como lo sentí la primera vez, quiero también seguir abrazando a mis hijos, como cuando eran pequeños, quiero encontrarme siempre de fiesta por tener a mi lado a todos mis nietos, quiero llegar al hogar de mi madre y encontrarla sirviendo la mesa para mí y para todos mis hermanos, la quiero ver sonriendo, sonriendo, como sólo ella solía hacerlo, como diciendo: Mira, mira todo lo que he logrado en la vida y no me arrepiento.
Cuando llegue a la vejez, quiero estar con mis mejores amigos, a los que amo y amé como hermanos, a los que compartieron todo conmigo, y quiero estar en espíritu con aquellos que ya se han ido, porque los extraño tanto, porque parte de mí se fue con ellos y sé que me estarán esperando para volvernos a ver.
Cuando llegue a la vejez, mi Dios, quédate siempre conmigo, como lo has hecho hasta ahora, porque es tu amor mi sustento, cuando me siento perdido.
Cuando llegue a la vejez, quiero seguir recordando todo lo bueno que he recibido, para no vivir de recuerdos ingratos, porque la vida es el mejor regalo que de mi Señor he recibido, y los regalos, los regalos son siempre buenos y más viniendo de ti.
Cuando llegue a mi vejez, no tendré por qué lamentarlo, pero tal vez me sienta triste, por todos aquellos besos, por los abrazos, por las palabras de aliento y de amor que nunca di cuando pude darlos.
Cuando llegue a la vejez, mi Señor, mantenme física, mental y espiritualmente sano, mantenme lúcido y aleja de mí todo motivo insano que pretenda hacerme sufrir, porque la vida, la vida, la creaste para ser feliz, y la muerte, la muerte, la venciste para salvarnos del pecado, para allanar el camino para ir hacia ti, a tu gloria, a la eternidad descrita en tu bendito legado.
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