Si ayer fuera lo que hoy, no fuera un médico diferente, y si la necesidad me hubiese hecho diferente, ¿en qué consiste esta diferencia? ¿Cómo te llegó a ti la vocación de ser médico? yo conocí sólo un camino, hoy puedo decir con apego a mi fe, no escogí ser médico, fui elegido para serlo, y me quedó muy claro que antes de ser un buen médico tendría que ser una buena persona para entender a quienes confiaran en mí y buscaran mis servicios.

Valoro mucho el concepto de humildad en mi profesión, reconozco mis limitaciones y estimo el esfuerzo de quienes han logrado escalar un grado de conocimiento mayor, porque en ello veo también la mano de Dios, porque el Señor dota de mayor sabiduría a quienes tienen otra virtud qué desempeñar en la vida, siempre pensando en el amor al prójimo.

Antes dedicaba más tiempo a la búsqueda de soluciones que implicaran recursos materiales para aliviar las necesidades de salud de mis hermanos, toqué tantas puertas y pocas se abrieron, recordé entonces que cuando ello ocurriera, debía de poner en práctica la cita bíblica siguiente “ Y cualquiera que no os reciba ni oiga vuestras palabras, al salir de esa casa o de esa ciudad, sacudid el polvo  de vuestros pies” y sigue adelante, y en ese ir y venir me encontré con el hecho de que uno de los factores que más influye en la incidencia y prevalencia de las enfermedades es el quebranto emocional de los pacientes; puse en práctica las enseñanzas del mejor y más grande médico que hemos tenido y tenderemos: Jesucristo. Él nunca me dijo que sería inmune a las enfermedades o a la fatiga crónica que enfrenta todo médico responsable  que coadyuba para mantener un buen estado de salud y una buena calidad de vida de sus pacientes; en no pocas ocasiones cuando siento que ya llegó la hora de retirarme, surgen pensamientos como los que a continuación comparto con ustedes: Bajo el peso del cansancio con el cuál riges tu vida, seguro encontrarás los años ya transcurridos, pero no todo ha sido tiempo perdido, ni todas las horas se habrán consumido por el rigor ejercido, ni todos los días habrás despertado cansado sintiendo dolor; dolor que temprano, de ser tu enemigo se vuelve tu amigo, trátalo con amor, para que sea bueno contigo, piensa que ello es el pago sentido por el deber cumplido por la noble misión con que se te ha distinguido.

Bajo el mismo cielo, bajo el mismo sol, con harto calor o con intenso frío, agradece a Dios el sentir que siempre está contigo, el saber que él es bueno y te da la fuerza, la sombra y abrigo, y tú complacido, te esfuerzas en cumplir, ejerciendo el don que se te ha conferido.

¿Acaso el tiempo te habrá doblegado? ¿Acaso te acosa?  Pero se da por vencido, cuando encuentra que lo que siempre te ha sostenido, no es un cuerpo que se encuentra dormido, sino el espíritu erguido, donde fluye el amor con el que el Señor te ha consentido.

Siéntelo… siente cómo llega a tu vida, vívelo… vívelo como florece una rosa que no muere con el intenso calor o el frío, siente cómo su amor se aloja en tu corazón, que a veces se entristece cuando está confundido, pero se llena de gozo, cuando por tu fe, de su amor se rebosa y te deja sentir el poder que despoja de su fuerza, al tiempo que, siguiendo su curso, no quiere perder el placer de vencer a un alma como la tuya.

En una palabra, me convierto, en una palabra, de verdad y de vida, que quita tu cansancio, que calma tu sed, porque Tú eres la fuente de agua viva.

Un abrazo y reconocimiento sincero a todos nuestros hermanos y hermanas que han sido llamados a servir al prójimo como médicos.

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