“Muchos jueces son incorruptibles, nadie puede inducirlos a hacer justicia…”
Bertolt Brecht
Podría decirse que hoy Tamaulipas vive un guión para película de terror en materia de la lucha contra la corrupción.
No es para menos, el combate a ese cáncer en el Estado está nuevamente en manos de quien en los últinos años, a pesar de tener esa responsabilidad en sus manos, menos ha hecho en el Estado para alejar esa enfermedad social de nuestra patria chica.
Usted debe conocer la historia cercana de este caso:
Tras ser removido por el Congreso Local, Raúl Ramírez Castañeda, el Fiscal especializado en esa tarea, fue restituido en ese puesto en la Entidad gracias al fallo de un juez federal que sin conocer un ápice de la realidad –o peor aún, merced a un posible contubernio con el ex gobernador Francisco García Cabeza de Vaca– asestó en forma ominosa un golpe a la honestidad y combate a la impunidad que requiere como cualidades primarias una administración pública.
Para nadie en esta parte de México es un secreto la relación que existe entre Ramírez Castañeda y el ex mandatario estatal, quien lo impuso para evitar que se persigan los evidentes abusos políticos y financieros cometidos por la camarilla cabecista contra el erario tamaulipeco.
No es sólo esa perversa conexión la que quita el sueño, sino también la burla a la procuración de la ley que se esconde detrás de la permanencia del totavía Fiscal Anticorrupción. Al margen de jugar el papel de escudo de una pandilla partidista, Raúl Ramírez es una estocada a los intentos de no permitir más atropellos a los intereses del Estado.
Juzgue usted:
Ramírez Castañeda continúa en ese cargo pese a no cumplir los requisitos que marca la ley para desempeñar ese cargo. No aprobó los exámenes de confianza que son condición ineludible –aunque un juez opine lo contrario– y pesa sobre él un cúmulo de denuncias penales precisamente por actos de corrupción documentados de diversa naturaleza a su paso por diversos puestos, que precisamente llevaron al Poder Legislativo a buscar su reemplazo. Esta amarga paradoja para la justicia no es sólo indignante: Es una vergüenza para los tamaulipecos.
Todo este oscuro pasaje me recuerda una frase de El Quijote a su escudero Sancho Panza sobre la justicia: Disculpe la fslta de rigor literario pero la esencia de lo que expongo es la misma:
“Recuerda Sancho que cuando alguna vez te veas en la necesidad de doblar la vara de la justicia, que sea por piedad y no por dinero”…
En este caso no parece haber piedad para la honradez, pero sí un incuestionable amor por el saqueo.
LECCIONES PARA SIEMPRE
Es tarde pero no quiero dejar de mencionar lo que siento.
En un par de días perdí a dos compañeros de profesión que a lo largo de sus vidas fueron ejemplos de dos valores indispensables en el periodismo: La sagacidad y el profesionalismo.
Angel Guerra me dio lecciones de su capacidad de análisis en esta tarea que tanto enamora a quienes con ella convivimos, mientras José Luis Avila me demostró en el día a día que cumplir con su trabajo era una prioridad que honraba sin descanso.
Los dos me distinguieron con s amistad y compartimos un respeto mutuo. Quiero despedirlos con una frase que acostumbraba citar el maestro Alfonso Pesil Tamez cuando despedía a un amigo:
Los mejores se van primero. Doy fe de eso.
Que descansen en paz…
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