Cuando regreso del perÃodo de vacaciones, concedido por los derechos laborales, algunos de mis pacientes amablemente suelen preguntarme: ¿Cómo le fue de vacaciones? Consciente de que me encuentro dando consulta, no suelo narrar con mucho detalle la experiencia donde se supone las personas gozamos de un necesario y valioso tiempo para relajarnos y disfrutar, asà es que esbozando una sonrisa, suelo responder: Gracias a Dios muy bien; entonces continuamos con el proceso normativo establecido, apegándome a los preceptos de calidez, calidad y trato digno, propios del ámbito de atención integral al paciente y la ética profesional, mismos que garantiza su derecho a la salud; más en ocasiones, algunos pacientes no quedan muy conformes con la respuesta: Me fue bien, muchas gracias por preguntar, y de manera velada solicitan más detalles, asà es que, observo la hora en mi reloj y le respondo al paciente: No me puedo quejar, en verdad disfruté mis vacaciones; entonces el paciente responde: ¿Y a dónde fue? Bueno, contesto, a un lugar maravilloso que se llama hogar. El paciente, un tanto confundido pregunto: Y en qué estado o paÃs queda ese lugar maravilloso. Le respondo: Aquà mismo, en nuestra amada Ciudad Victoria. Pero, ¿es aquà donde vive o no? Desde luego, aquà mismo, respondo, y le diré por qué es maravilloso vacacionar en el hogar para un médico como yo, y digo como yo, porque seguramente habrá médicos que tengan otros gustos y los felicito por ello, pero en lo que a mi persona concierne estar de vacaciones me permite convivir más tiempo con las personas que más amo, entre ellas, mi esposa, mis hijos, mis nietos, mi madre, mis hermanos. Pero médico, comenta la paciente: Con todo respeto, me parece que su amada familia también tiene el deseo de salir y conocer otros lugares, ya sea en el estado, otros estados de la República o fuera del paÃs, si su economÃa se lo permite. Eso me han dicho otras personas, pero verá usted, yo quiero estar donde me siento feliz y con ello recuperar el tiempo, que no es poco, por cierto, en el que debiendo estar junto a mi familia, lo he pasado trabajando, conviviendo también con la familia laboral, a los que mucho estimo y extraño incluso, cuando estoy de vacaciones. Haciendo un breve recuento le daré unos ejemplos de lo maravilloso de pasar las vacaciones en el hogar: Me da la oportunidad de terminar una buena charla con mi esposa, pues cuando estoy trabajando, acaso inicio un tema, pero nunca lo terminamos. En vacaciones también tengo la oportunidad de estar más cerca de mis hijos y saber de sus necesidades, sobre todo de las afectivas, imagÃnese que alguno de mis tres hijos, si no es que todos, piensan que nos los amo por igual, eso me da la oportunidad de conocer el por qué tienen ese sentimiento, que para mà es preocupante y trabajar en ello, para compensarles lo que emocionalmente les debo. Qué decir de mis nietos, el más pequeño casi no me conocÃa, pero ya aprendió a decirme abuelo, y me permite jugar con él más tiempo. Con el nieto mayor, tengo diálogos de adultos, yo lo escucho y entiendo, él también me comprende cuando le doy un consejo, que, teniendo un sentido espiritual, a otros les parece que es propio de los mediocres sin ambiciones. Mientras que al nieto que posee un espÃritu muy similar que él mÃo, de digo que no deje de soñar y luche por alcanzar sus metas. A los nietos intermedios, los que son como barcos a la deriva, les pido que nunca pierdan el rumbo, y no se atemoricen durante las tormentas, porque Dios siempre viaja con ellos y los llevará a buen puerto. A todas mis nietas le aconsejo que se mantengan firmes mientras alcanzan la madurez y puedan aprender a utilizar la conciencia plena, esa que nos permite analizar las cosas y tener la habilidad de desenmascarar los falso para encontrar la verdad.
Tal vez esto que le he contado no le parezca muy atractivo y bien podrÃa estar vacacionando en una hermosa playa, recibiendo los rayos del sol, que poco se pueden recibir cuando se vive bajo techo, desde que amanece hasta que el astro rey se despide; o acaso no le parece maravilloso estar en real contacto con la familia y dejar de fingir que se puede ser feliz, cuando no existe la paz emocional que tanta falta nos hace para no enfermarnos crónicamente de todo cuanto conoce la ciencia y trata erráticamente, olvidándose de que el origen de todo mal proviene de la falta de amor por nosotros mismos y nuestro prójimo.
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Las mil y una anécdotas
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