Alos 16 años, mi abuelo materno, de nombre Virgilio, me despertó muy temprano para que lo acompañara a un poblado vecino de Santiago Nuevo León, para entonces, yo manejaba vehículos de transmisión automática, y mi experiencia la tenía, manejando una camioneta Ford Galaxy Guayín, pero en esta ocasión, se trataba de un camión Ford Torton F-600 de redilas, y aunque quería manejarlo, fui sincero con mi abuelo y le dije que aún no me sentía muy seguro manejando un Torton, pero él no hizo caso y me dijo que estuviera listo porque saldríamos a las 6: 00 de la mañana, y así fue, ambos nos subimos a la cabina del camión, y antes de que yo pudiera encender el motor, él se acomodó en el asiento, bajó su sombrero de su cabeza hasta el borde superior de sus cejas y aparentó que iba a dormir, mientras yo, con la frente perlada en sudor, no me animaba a salir, mi abuelo levantó su brazo izquierdo y con el dedo índice me indicó que pusiera el camión en la primera velocidad, tan nervioso me encontraba que por más despacio que saqué el pie del pedal del clutch, el vehículo empezó a dar de saltos , pero mi abuelo ni se inmutó , en el segundo intento por arrancar me fue mejor, logré meter la segunda velocidad y llegué a la pronunciada bajada que iniciaba en la casa de Samuel Flores y significaba para mí el dejar lo que yo llamaba el casco de la comunidad de San Francisco, tratando de evitar el meter la tercera velocidad, un tanto por evitar el que al hacerlo no siguiera la dirección que señalaba la varilla de la caja de velocidades, tanto, porque no deseaba que el vehículo tomara demasiada velocidad; cuando por fin salimos a la carretera, estabilicé bien el camión y pude con mayor confianza hacer el cambio de velocidades, siempre imprimiendo una velocidad que me facilitara un mejor control ya fuera en las rectas como en las curvas, cuando por fin aclaró el día, mi abuelo dejó de fingir que dormía y me preguntó si tenía sueño, yo le aseguré que estaba más despierto que de costumbre, de pronto se dispuso a charlar conmigo y me preguntó si ya sabía qué quería hacer más adelante con mi vida, yo le contesté que quería ayudar a las personas a llevar una vida saludable, esperaba que mi abuelo completara la idea de la carrera que quería seguir, pero no dijo nada, ambos nos quedamos callados por un par de minutos, en ese lapso pensé que mi abuelo no me había escuchado, tal vez por el ruido del motor del camión, que para mi gusto era fuerte, entonces tratando de ser más específico le dije: La verdad es que me gustaría ser pescador, tal vez sea esta una profesión con menos dificultad para salir adelante, y le mencioné que ya estaba practicando la pesca, y que mi hermano Antonio y mi primo Gilberto me habían invitado ya varias veces a la Presa La Boca, ellos habían confeccionado un bote con sedal y anzuelo para pescar mojarras y había días que teníamos buena suerte y le llevábamos a la abuela Isabel y la tía Chonita los peces para la comida. Mi abuelo parecía no escuchar lo que le estaba diciendo, me pregunté si seguía dormido, pero de pronto levantó su sombrero a nivel de la mitad de su frente ampliada y me dijo, toma esa desviación, salimos de la carretera nacional y enfilamos para su rancho naranjero en la comunidad de Canoas, y al llegar al caserío se encontraban varios jornaleros, lo saludaron respetuosamente y les dio instrucciones, me llamó a su lado y me dijo: Así que quieres ser piscador; ¿Piscador? Le respondí, no abuelo yo te dije que me gustaría ser pescador: El respondió: Bueno, tal vez escuché mal, pero para el caso es lo mismo, aquí también pescarás, pero no peces, serán naranjas, ve y toma un colote, pasa el asa del agarre a tu hombro, toma una escalera mediana y te me pones a piscar naranjas. Cuando terminé mi carrera de médico, durante mi graduación recordé las palabras de mi abuelo, pasé de querer ser pescador, a ser piscador y poco a poco me he percatado que me he convertido en una especie de pescador sanador de almas, porque hago la voluntad de Aquél que me ama más que nadie.
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