“DÍjoles entonces el ángel: No tenéis que temer; pues vengo a daros una nueva de grandísimo gozo para todo el pueblo, y es que hoy os ha nacido en la ciudad de David el Salvador, que es el Cristo, o Mesías, el Señor nuestro” (Lc 2:10-11).
Subí a la montaña, contemplé el valle, le hablé al viento y mis palabras se esparcieron entre árboles y ríos, tocaron el pasto que como verde alfombra cubría la tierra, y el suave tono de mi voz, rozó los delicados pétalos de las flores, haciendo con ello más vivos los colores que vestían el paisaje, como ropaje de gala, para que las aves se sumaran con su armonioso canto, y no se perdiera el encanto de la creación del Padre.
¿Acaso se puede tocar la paz? Le pregunté al viento, y el viento contestó: ¿acaso me puedes tocar a mí? La paz se siente en el corazón de aquellos que, a pesar de estar en la tormenta, entre rayos, relámpagos y truenos, no pierden la calma, porque creen en Mí, ¿Acaso la montaña no fue hacía ti para que pudieras subir a lo alto, con la intensión de estar más cerca de lo que estás buscando? ¿Acaso no viste el valle, que como paraíso contemplas sin estar ahí?
Yo Soy la resurrección y la vida, soy el que es, ha sido y será, por los siglos de los siglos ¿Por qué esperan que llegue, si nunca me he ido? Mi simiente se esparció por el tiempo y el espacio para crear todo lo bueno, para que floreciera el amor que genera la energía que de mí emana, esa ha sido mi voluntad y será de todo el que haga de mi voluntad la suya, más, aquellos que no escuchan, que no ven y no sienten, tendrán que seguir buscando con la intensión de no encontrar lo que siempre ha estado con ellos, y seguirán caminando tropezando con la amargura de sentirse huérfanos, seguirán llorando sin saber por qué, seguirán enfrentando las tormentas, temerosos del rayo, del trueno y del relámpago, temerosos de que la luz que aún se encuentra encendida en su corazón se apague y en la oscuridad, no puedan encontrar el camino, la verdad y la vida.
“Y volviendo Jesús a hablar al pueblo, dijo: Yo soy la luz del mundo: el que me sigue, no camina a oscuras, sino que tendrá la luz de la vida” ( Jn 8:12).
Hoy nos ha nacido un Salvador, sea éste el gran motivo de nuestro gozo, amemos a nuestro prójimo, como Dios nos ha amado siempre, amémonos a nosotros mismos, para saber lo que es el amor.
Dios bendiga a nuestra familia, a nuestra patria y al mundo entero. Dios bendiga todos nuestros Domingos Familiares.
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