Soy un convencido de que los abrazos son realmente curativos, aunque he de reconocer, que hay abrazos que se quedan en el intento, porque son tan superficiales que apenas llegan a rozar el cuerpo, pero hay otros que son tan profundos, que sientes cómo te abrazan el alma, de estos últimos, no me he podido olvidar y puedo asegurar, que mi respuesta al recibirlos fue también de tal intensidad que llegué a reconocer en ello el verdadero y único amor, ese que llevamos en el corazón y es imposible de extraviar aún en las grandes confusiones y tormentas que enfrentamos en la vida.
El primer abrazo lo recibà de mi madre, apenas habÃa dejado su cálido vientre y sentà cómo me volvÃa a fundir a su cuerpo con una ternura y un amor incuestionable, desde ese momento supe que jamás podrÃa separarme de ella; cosa curiosa fue sin duda que el segundo abrazo lo recibà de mi abuela, que era como una continuidad de su propia vida con la mÃa. PasarÃan mucho años para sentir de nuevo esa extraordinaria sensación de fundirme con el corazón a otra persona, y por extraño que parezca, el abrazo lo recibà de otra mujer, aquella que entre muchas se significarÃa por ser la elegida para compartir mi vida, desde mi adolescencia hasta mi vejez; entonces pensé que los hombres éramos poco afectivos, porque mi padre, mis hermanos, incluso mis amigos, no acudÃamos al abrazo para demostrar nuestro afecto, pero eso cambió cuando nacieron mis hijos y después mis nietos, quienes hasta la fecha no tienen vergüenza de demostrar el amor que nos une.
Ha habido ocasiones en que he recibido abrazos del alma de manera espontánea de parte de personas que se cruzan en mi camino, seguramente tienen un espÃritu como el mÃo, que vive con esa necesidad de recibir el verdadero amor, el amor que nos enseñó nuestro Señor Jesucristo.
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