Llegué con la ilusión de encontrarla despierta, con la esperanza de ver sus hermosos ojos y ver mi imagen reflejada en ellos, iba como siempre, esperando también ver esa sonrisa que confirmaba que la imagen de mi cara fuera clara, más en la piel de tu mentón se dibujaba un sentimiento de inmensa desesperación como diciéndome: Hijo acércate besa mi mejilla, háblame cerca para escuchar tu voz y siendo este el lenguaje de los dos, como cuando era niño te besé deseando que con ello despertaras, apenas abriste tus ojos, fue entonces cuando puede ver el brillo de tu dulce mirada entonces te dije: Mientras haya brillo en tus bellos ojos, la luz de la vida permanecerá encendida y si otra alma ilumina la oscuridad que te acecha, no dudes en recibirla, porque viene a rescatar la esperanza perdida. Veo la luz en tu mirada, y en ella, el reflejo de mi pequeñez frente al enorme hecho de saber que eres inigualablemente hermosa y pura. Si tú me miras con el mismo amor de mi llegada a la vida, madre mía, eso podrá decirme que el amor es eterno, por eso no se hace viejo, por más que pasen los años, por más enfermo que esté el cuerpo. La vida ha sido un gran festejo para los dos; sí, lo sé, hubo bajadas y hubo subidas, pero siempre, al final, a Dios le agradecíamos el habernos dado la oportunidad de caminar juntos por la vida, yo tomado de tu mano cuando niño, tú, midiendo mi estatura con el tiempo, recordándome que un día podría igualmente llevarte de la mano o tal vez sobre mis brazos. La luz de tu mirada me atrae, siendo yo un grano de arena en la soledad del desierto de mi desventura, porque teniéndote no puedo, desde aquel momento, compartir contigo mis victorias y mis desventuras, más, estando tan alta la luz que irradia tu amor, nada ni nadie ha podido, detenerme para llegar hasta ti, para seguir hablándote, para seguir abrazándote, para decirte que el amor que siento por ti es eterno, como eternos son nuestros espíritus. Mientras haya brillo en tus ojos… madre mía, podrás ver lo cerca que estoy de ti, y con ello sabrás que eres por Dios consentida, y por su hijo, mi Señor, quien es mi guía y mi Pastor.

Mientras el Espíritu de Dios ilumine nuestras vidas, podremos compartir la luz de su amor, con quien quiera compartir tu mirada o la mía.

Dios te siga bendiciendo madre mía.

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