Hace tres años recordaba un evento muy emotivo que me ocurrió al interactuar con mi nieta María José, la cual tiene a flor de piel la sensibilidad que se traduce en llanto cuando percibe la tristeza en los seres vivos; en estos días ella ha dedicado tiempo a observar y darle cariño a un pequeño hámster que le compré recientemente y que ella adoptó inmediatamente para proporcionarle ternura, ya que el roedor tiene una discapacidad visual. Pues bien, así como yo siempre estoy atento a sus actividades cuando nos visita en casa, ella igual está atenta a mis actividades como escritor, y sucedió que aquel día 13  de septiembre del año 2021, ella tenía en su haber la edad de 6 años y a la fecha sigue siendo igual de curiosa y cuestiona todo aquello que desea entender mejor de la conducta humana, de tal forma que en esa ocasión sentí una mirada inquisitiva, y volteando a ver de dónde provenía, me encontré con unos grandes y hermosos ojos que armonizaban con los finos rasgos del resto de su angelical cara. ¿Qué tanto ves? Le pregunté, y ella me obsequió una enigmática sonrisa, que daba la impresión de que estaba a punto de liberar un sentimiento de tristeza, de pronto, aquel hermoso pedazo de cielo, de estar presumiendo maravilloso color azul, empezó a nublarse y dejó caer un par de lágrimas que resbalaron lentamente por aquellas sonrojadas mejillas. Dejé lo que estaba haciendo, pues semejante ternura me llevó a tomar su cara entre mis manos y le pregunté: ¿Qué te pasa María José, por qué lloras? Mi pequeña nieta, causante de mis fingidas rabietas me contestó: Es que me pongo triste cuando veo tu cara. Y qué tiene mi cara, ¿Tan fea es, tan vieja la ves que te causa tristeza? No abuelo, es que he visto en otras ocasiones que cuando te pones a escribir tus enfoques, al terminarlo se te salen las lágrimas. ¿Cómo crees mi niña? Mi vista ya está cansada y me esfuerzo para ver la luminosa pantalla de la computadora, de ahí que mis ojos enrojezcan y al tallarlos la humedad salga de ellos. María, de brillante inteligencia, dudó de la justificación que le di y más, cuando ella misma es tan sensible y responde con llanto a todo lo que le inspira tristeza y se traduce en dolor emocional, por lo que me vi obligado a ampliar la explicación sin faltar a la verdad y le dije: Verás María, hay personas que como yo, ven en la escritura una forma de liberar la energía que emana de los sentimientos, con esto te digo que si en el momento previo a escribir te sientes feliz, lo que saldrá de tu pensamiento, serán expresiones de alegría, otras veces, si el estado de ánimo está quebrantado,  nuestra escritura pondrá en evidencia la tristeza, la preocupación, el desconsuelo o la desesperanza que sentimos. Ya entiendo abuelo, he leído algunos libros con mi mamá, y a veces me pongo contenta, otras triste, imagino que esto significa cómo se encuentra el estado de ánimo del escritor. Así es María, a pesar de tu corta edad, tu corazón percibe los estados de ánimo de las personas, y más de aquellas que buscamos con la escritura, transmitir nuestro sentir, narrando lecciones de vida que nos hagan reflexionar sobre el valioso don que Dios nos obsequió. Todos los niños poseen valiosas virtudes, y su alma es tan pura gracias a su inocencia que agrada tanto Jesús, que quisiera que lo adultos nunca perdiéramos nuestra condición de niños a pesar de la edad. Ahora dime María José, ¿has entendido todo lo que te he platicado? Claro que sí abuelo, dijo mi nieta esbozando una hermosa y saludable sonrisa, pero sigo sin entender ¿por qué lloras al final de tus enfoques? Es que mi yo niño es muy sensible, le dije, y el significado de las lágrimas es como la firma de la sinceridad y la entrega amorosa de un corazón a otro.

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