Hace algunos meses escribí un artículo titulado “La nueva religión de los datos”, en el expuse brevemente la inmensidad de información que recibimos diariamente a través de nuestros medios digitales y cómo nuestro cerebro procesa esa información. En esa ocasión, enfoqué el tema de la sobrecarga de datos hacia una posible evolución autodiseñada de nuestra especie, sugiriendo que, al combinarse con la inteligencia artificial, podríamos perder el control en el futuro, convirtiéndonos en personas totalmente ausentes en la toma de nuestras propias decisiones.
En esta ocasión, trato el exceso de información que recibimos continuamente, el cual, a pesar de tener un acceso sin precedentes a una diversidad de opiniones y a información sobre temas sociales, políticos y económicos; sin embargo, algunas personas eligen no comprometerse, mostrando una gran indiferencia ante el mundo y sus problemas. Esto nos sitúa, quizá sin darnos cuenta, en un estado de “conformismo social”.
Algunos autores definen a este “conformismo social” como una forma de autoridad. Aunque no tiene un concepto formal, ya que no se refiere a una institución oficial o una estructura social establecida, se identifica como un fenómeno espontáneo que influye en el comportamiento de las personas sin necesidad de reglas o normas explicitas.
El “conformismo social” ha tenido un papel importante en la historia de la humanidad, y se ha manifestado de diferentes formas, de acuerdo con las condiciones de una persona en una comunidad según la época.
Por ejemplo, en la antigüedad, en las etapas clásicas del imperio romano y otros reinados, el “conformismo social” se manifestaba en la aceptación obligadade dichas jerarquías establecidas, pues la participación política estaba altamente restringida. La sumisión era sinónimo de virtud lo que generaba un “conformismosocial” que evitaba revoluciones populares.
En la Edad Media el “conformismo social” se basaba en el dominio de la iglesia y el sistema feudal, pues la religión en este tiempo tuvo un papel crucial en mantener el orden social, dictando las normas morales y éticas. El temor al castigo divino, y la falta de educación favoreció una sumisión social generalizada.
En el Renacimiento, el “conformismo social” comenzó a disminuir con el surgimiento del pensamiento humanista. La revalorización del pensamiento crítico y la individualidad puso énfasis en la capacidad del ser humano para razonar, aprender y mejorar su vida. Este enfoque en la reflexión personal y la libertad intelectual incitaba a las personas a cuestionar las estructuras tradicionales y a buscar el conocimiento por sí mismas, en lugar de conformarse con las ideas impuestas por la sociedad y las autoridades. Aunque algunas estructuras sociales y religiosas mantuvieron ciertas formas de conformismo.
Más tarde, en la época contemporánea, con la llegada de la Revolución Industrial, el “conformismo social” se fortaleció junto al crecimiento del capitalismo.Estos procesos impulsaron la expansión económica de las naciones; entonces,tuvo sentido la aceptación generalizada de las nuevas condiciones laborales en las fábricas, así como de las nuevas estructuras sociales emanadas de la industrialización.
Posteriormente, en el ámbito político, durante la República Alemana de Weimar, el “conformismo social”, se manifestó con el silencio y la falta de participación de muchas personas, lo que facilitó en 1933 la llegada de regímenes autoritarios como el nazismo. Este fenómeno fue impulsado primero por la devoción, después por el miedo y la sensación de que no existían alternativas viables, lo que permitió que el poder se concentrara en manos de pocos sin resistencia significativa.
¿De qué forma se presenta el “conformismo social” en la actualidad? Es una nueva forma de vivir en una evidente y constante saturación de datos, que contrario a la razón nos lleva a una total desinformación de los sucesos, porque los canales que se utilizan carecen de confiabilidad, en la mayoría de los casos. Es posible que el “conformismo social” nos lleve a valorar mas lo que aparentamos ser que lo que realmente somos. La superficialidad, la búsqueda de aprobación, el culto a la imagen pública nulifica la emoción, la razón y hasta la ética.
Puede ser que el actual “conformismo social” nos lleve a que la cultura donde obtener “likes” o “seguidores” se perciba como más importante que la falta de sensibilidad hacia los asuntos cruciales que requieren nuestra atención como ciudadanos y como Nación. La historia nos enseña, que los antiguos griegos valoraban enormemente el conocimiento y la educación y defendían plenamente la idea de que la sociedad mejoraría si estaba formada por líderes y personas preparadas y educadas.
En estos tiempos, podríamos estar enfrentando un “conformismo digital”donde la influencia de la información masiva genera nuevas formas de conformismo, fomentado un desapego político. A pesar de estar más informadas, optan por no involucrarse en procesos políticos y sociales. Parafraseando a Ortega y Gasset pasan a formar parte de esa multitud que se diluye, y renuncia a su individualidad y busca la comodidad en una supuesta igualdad.
Nada más complicado para una sociedad que el tipo de “conformismo social”que estamos padeciendo. Este limita nuestra libertad, detiene el desarrollo personal y social, e inhibe el pensamiento critico y la capacidad de innovar o actuar de manera independiente. El mundo está cambiando y no hay forma de detenerlo.
Bien cobra la aplicación de la frase de John K. Kennedy que dice: “El conformismo es el carcelero de la libertad y el enemigo del crecimiento”.