Un día, mi único hijo varón me preguntó si lo amaba, me le quedé mirando a los ojos para saber si en verdad dudaba de que su aseveración era cierta, el bajó la mirada, y con ello pude intuir la respuesta. Un padre jamás deja de amar a sus hijos, tal vez en ocasiones muestra una actitud indiferente, pero en su interior no puede simular el hecho de amar tanto, porque amar de esa forma llega a doler. En aquella ocasión le dije: Te amo, y nunca lo dudes. Él contestó: no me digas que me amas, dímelo con hechos. Sin desearlo entré con ello a una discusión donde se perdió el objetivo de la charla, pues cada quien se dedicó a defender su verdad; como padre, argumentaba que sin desearlo, reflejaba en ocasiones molestia, cuando igualmente buscaba en él que me respondiera con la misma actitud y demostraba en ello apatía y desdén; él respondía que su reproche se debía a que se sentía poco amado por mí, ya que en ocasiones, observaba muestras afectivas más significativas en los nietos, de los cuales yo frecuentemente hablaba o escribía hechos sobresalientes, y que por el contrario, yo había dejado de admirar sus logros y valorar su esfuerzo para procurarse y procurar bienestar para su familia. Cabe mencionar, que ninguno de los dos encontró en aquel momento una solución para convencernos de que el amor suele ser más fuerte que cualquier presunción de sentimiento de desamor.

Al paso de un par de años, nació el que hasta ahora es considerado el último de mis nietos, al que pusieron por nombre Diego Salomón; no tuve la fortuna de estar tan cerca de él mientras se encontraba en el vientre de su madre y cuando nació,  mi hijo me lo mostró orgulloso, sabía que yo me sentía igual, ya que le había insistido mucho que se dieran la oportunidad de tener otro hijo y mi anhelo se cristalizó cuando lo tuve en mis brazos.

Curiosamente, Diego, a la fecha es poco afectivo conmigo, parece reprocharme algo, y me dosifica su amor o se muestra cariñoso cuando dejo de mirarlo o de buscarlo como todos los demás familiares lo procuran. Un buen día, Diego me sorprendió, me encontraba elaborando un artículo y el niño se acercó a mí, se me quedó mirando fijamente a los ojos y con la mirada me preguntó: ¿Abuelo, me amas? Lo tomé en mis brazos, lo senté en mis rodillas y le dije: ¿Acaso un padre o un abuelo, cuando un hijo o un nieto siente la necesidad de ser amado le dan la espalda? El Padre nuestro que está en el cielo me ha enseñado a amar como él nos ama. Y Diego Salomón se quedó un par de minutos conmigo, pero que quedó para siempre en mi corazón.

Por cierto, bíblicamente el nombre de Diego significa: Muy instruido; en cuanto a la personalidad, el nombre describe a la persona como tímida y en cuanto al amor de alguien,  necesita a una persona cariñosa a su lado, que lo escuche y lo entienda.

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