Y me dijo: ¿Ha platicado alguna vez con su conciencia? Lo he hecho, le contesté. Entonces dígame, ¿cuál ha sido el diálogo más interesante que ha sostenido con ella? pero le pediré antes que sea muy honesto, porque de no serlo, ya no podrá contar conmigo. Entonces le pregunté: ¿Y usted está dispuesto a creer en mí? podría contar con que no me considerará loco, porque no toda la gente tiene la capacidad para escuchar, y menos para hacerlo cuando lo que se dice, pareciera ser un disparate. Pierda cuidado, que yo tengo más interés que usted en saber lo que me quiere decir.
Todo inició un soleado día, pero sin duda, ese era el propósito de quien deseaba establecer un fantástico puente de comunicación con mi yo, sí, pues yo no me dejé engañar, pues para mí, ese día tenía un franco tono de gris; una vez abierta aquella ventana inexistente para muchos, le dije: Y si no fuéramos así, desconfiados, temerosos, engreídos, prepotentes y violentos; y si no necesitáramos de nadie más que nosotros mismos, tal vez reconoceríamos nuestros defectos y nos aceptaríamos como somos, aunque a decir verdad, siempre nos quedaría la duda de saber, si lo que creemos ser nos resulta suficiente, como para no pensar que hay algo que nos hace falta para estar seguros de que tenemos una identidad bien definida, que apoya la teoría de que somos únicos e irrepetibles.
Etéreo ha de ser nuestro cuerpo físico, porque en ocasiones, asegurando que estamos en tiempo y espacio, nuestra materia suele ser intangible e invisible al ojo de los indiferentes, los apáticos, los ególatras, los entes respiradores en automático, que por tener movimiento, igual piensan que están aquí, pero están viviendo una realidad distorsionada, incluso, como partículasconjugadas que son, integradas a un todo, chocan entre sí, como buscando espacio en el entorno, simulando interacción y presencia, en una latitud aparentemente armónica y simple, mientras que sus movimientos se dan por la influencia de complejos más integrados, que mantienen una jerarquía natural y marcan el ritmo de las rutinas establecidas para mantener un equilibrio.
Y así, mudos, murmurantes, de pie o sentados, algunas veces acostados, en movimiento o paralizados, sonriendo o llorando, pensando que todo es posible gracias a una supuesta voluntad, que se rige por las indicaciones de aquellos que aseguran haber encontrado lo que nos hace falta a los demás, para llegar a despertar plenamente la conciencia y poder contestarnos la pregunta: ¿Quién soy?
Mientras más complejo sea el pensamiento, más lejano el momento de encontrarnos a nosotros mismos, y el camino marcado por otros, por la vía de lo que han dado en llamar felicidad, sólo genera excusas para seguir buscando,e ir más allá de lo que comprendemos o de lo que nos ha sido revelado, pero que nos heredó la duda de saber por qué deseamos conocer nuestra verdad, pues en ella se encuentra la respuesta; pero nuestra verdad suele ser tan clara o tan oscura que nos hace temer ¿quiénes somos en realidad?
Cuando cansados de buscar y no encontrar, tal vez lleguemos al principio, a nuestro origen. Sólo aquél que fue primero, podrá responder a la pregunta: ¿Quién soy? Y contestará: “Yo soy el que Soy”.
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