“Las leyes son inútiles para los buenos, porque los hombres de bien no las necesitan. Y también para los malos, porque éstos no son mejores con ellas”…

Demónax

Esta es una vieja historia que he reciclado en varias ocasiones y que retoma vigencia cada vez que arranca un nuevo gobierno.

Algunos la conocen y para quienes no la han escuchado o leído, la vuelvo a poner sobre la mesa.

Corrían los primeros días del gobierno del presidente Carlos Salinas de Gortari. En ese breve lapso, el mandatario ya había mostrado su poderoso perfil belicoso con el encarcelamiento del dirigente sindical petrolero Joaquín Hernández Galicia y había puesto de rodillas a Carlos Jonguitud, entonces líder del magisterio, para obligarlo a dimitir a fin de no seguir la misma suerte de La Quina. Trasfusiones de poder, les llamaban a esas vendettas políticas.

El escenario federal estaba montado para seguir con esa dinámica, pero empezaron a surgir voces disonantes sobre la misma y entre ellas las de un sector particulamente apreciado por Salinas: Los empresarios de Nuevo León.

En una frase vertida en un entorno privado que se hizo pública por un periódico, los hombres y mujeres del dinero “regio” le dijeron al titular del Ejecutivo lo que pensaban de esas acciones: “Queremos un presidente, no un sheriff”.

No pedían que se detuviera la limpia o que se dejara en la impunidad los manoteos de los jerarcas laborales y de otras parcelas. Pedían que en forma paralela al castigo a quienes “se habían portado mal”, se empezara a gobernar de inmediato con programas y proyectos tangibles, para no estancar esos procesos.En suma, que se moviera el dinero.

Lo anterior es una lección que en mi opinión, dejaron aquellos opulentos personajes sobre el manejo de un nuevo gobierno: Mano dura contra los que abusaron o saquearon, pero sin olvidar que la tarea básica de un presidente, de un gobernador o de un alcalde, no es sólo llevar a la cárcel a quienes eran señores de horca y cuchillo y a malos servidores públicos, sino también impedir que se detengan y enfríen los motores de la economía, vitales para el desarrollo.

En resumen, tan útil es para la salud pública y políticaque se penaiice a quienes manejaron al Estado como propiedad privada para enriquecerse en forma obscena, como también lo es en paralelo fortalecer las acciones productivas en la industria, el comercio y el campo.

En Tamaulipas el gobierno estatal recién concluido dejó una asignatura pendiente, que es resolver los graves atrasos en pagos a quienes invirtieron de buena fe en bien de la Entidad, aportando bienes y servicios. Cumplir con ellos, con los tamaulipecos que han apostado por su terruño, debe ser una prioridad para recuperar plenamente su confianza y un medio para de dar certidumbre a ciudadanos, sectores y población en general, sobre un futuro de tranquilidad financiera y estabilidad social.

Bienvenidos los castigos a quienes los merezcan en cualquier orden de gobierno. Los enormes atracos aun país, a un Estado o a un Municipio no debenquedar impunes y alguien debe pagar por ello, pero también son bienvenidas las obras, acciones y soluciones que se pueden tocar, sentir y disfrutar, en reciprocidad a un legítimo esfuerzo de los hijos de esta patria chica.

Algo es seguro: Los tamaulipecos tenemos ganas, muchas ganas, de aplaudir…

LA GRAN PREGUNTA

La pregunta ronda en los pasillos, oficinas, cafés y banquetas:

¿Dónde están quienes se pensaba serían parte del primer círculo del gobierno del Estado?

¿Dónde están Felipe Garza, Oscar Luebbert, Javier Villarreal, Carlos Enrique Cantúrosas, Humberto Valdez y Eliseo Castillo, por citar sólo algunas figurasentre la serie de nombres que se manejaban profusamente en los días previos a la asunción al poder?

Como decía mi querida abuela: Sabrá Dios.

Aunque seguramente, hay alguien más que lo sabe…

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