Me sentía muy presionado por los asuntos cotidianos, y deseando encontrar un espacio de paz, recordé que tenía mucho tiempo de no visitar a mi tío Tiótimo, por lo que decidí ir a su rancho “El olvido”, tomé la firme determinación de que no me dejaría persuadir de no ir por ninguna circunstancia, dejé un recado sobre la mesa diciendo: A mi familia y amigos les pido disculpas por suspender nuestras rutinas, hoy me tomaré el día libre, dejaré mi teléfono celular para que no interrumpan el proceso de meditación que llevaré a cabo con mi gurú, a mi regreso, les prometo que volveré a enchufarme a la corriente que nos ha unido por tanto tiempo, y no me quejaré de los altos o bajos voltajes que suelen interrumpir nuestro continuo flujo de desgaste acostumbrado, atentamente: Salud y vida, Yo. Cerré la puerta de la casa, subí al auto, y ya en carretera, abrí las cuatro ventanas del auto, el aire, aunque era más fresco de lo habitual, me sirvió para tomar el oxígeno que me hizo falta todos estos días de ahogamiento, debido al cubrebocas de tres capas al cuadrado; a los pocos minutos empecé a sentir cómo la energía negativa que cargaba, se iba desprendiendo de mi ser y salía por las ventanas a perderse no sé dónde; una hora y media después de rodar sobre el asfalto, tomé la desviación de terracería 30 kilómetros que distaba para llegar al rancho del tío, y cuando mis ojos vieron la casa construida sobre aquel pequeño cerro, respiré hondo, y emocionado aceleré para llegar lo más pronto posible; ya en la casa, esperé un par de minutos antes de bajar del auto, observando aquel paisaje que parecía un cuadro pintado por Dios, entonces, bajé del auto, estiré piernas y brazos,  y de pronto escuché al tío gritar: ¡Sobrino no te estires tanto, se te va a reventar una tripa! dirigí la mirada hacia donde venía la voz, y qué chulada, mi pariente estaba descansando plácidamente sobre una hamaca y me invitó a hacer lo mismo, pues a unos dos metros de distancia, otra hamaca se encontraba vacía y se mecía con aquel suave y fresco viento procedente del norte, y le dije: Pero como no tío, y abrí aquellos hilos multicolores, y me dejé caer sobre la malla, mientras miraba de reojo al pariente, que por cierto no se inmutó, pensé que se había quedado dormido y con voz suave le pregunté: ¿Tío estas dormido? entonces él se quitó su sombrero de la cara y respondió: Claro que no zonzo, estoy esperando que sueltes todo lo que traes, ¿o acaso crees que me trago la píldora de que vienes a verme? Claro que vengo a verlo tío, pero confieso que también vengo por su sabio consejo. Mira, mira, para decirte lo que tengo que decirte no se necesita ser sabio, sólo hacer uso del sentido común, yo no sé por qué los de tu generación se complican tanto la vida, viven todo el tiempo estresados por situaciones que se resuelven sólo con decir no. Cómo es eso tío, no le veo la lógica. Eso es precisamente lo que te pasa, que no quieres ver, si realmente vieras, te darías cuenta que el decirle no a todo aquello que no te agrada, te haría sentir mejor, a ti que te gusta mucho hacer reflexiones, ¿por qué no aplicas lo que tanto pregonas? Empieza haciendo una lista de lo que no te agrada y di no. Me quedé pensando en todo lo que me aconsejaba el tío, y me dije, a él se le hace fácil porque se tiene a sí mismo y nada más, no tiene que rendirle cuentas a nadie de lo que hace de su vida,  de hecho, ahora que lo veo, no tiene problemas, ni con su familia, ni con cuestiones de trabajo, ni de impuestos, ni preocupaciones por las deficiencias de los servicios básicos, ni preocupaciones por la problemática política, social y económica del país y del mundo.

Noté que el pariente se me quedaba viendo, y antes de que pudiera preguntarle por qué, el comentó: Ya se lo que estás pensando, eres tan transparente que hasta tus ideas se te notan en la cara y te diré una cosa más: Yo tuve muchos problemas, de niño, de adolecente, de joven, como soltero, como casado,  los viví en comunidad y en soledad, pero llegué a la conclusión de que le di tanta importancia,  que un día no soporté su peso, por eso decidí venirme a vivir a este pedazo de tierra, y conmigo traje únicamente a aquellas personas que deseaban igualmente compartir la paz que sólo te da el hecho de sentirte libre. Dicho lo anterior,  se paró de su hamaca y  sin más se metió a su casa, mientras yo me tomé un tiempo para reflexionar y después subí a mi auto para tomar el camino de regreso a los problemas, no sin  descartar la posibilidad de decir no a todo lo que me hace daño.

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