No sé en qué momento fue en que mi voz se fue quedando en silencio, me di cuenta de ello cuando hablaba y los demás no me escuchaban, y pensando que iba perdiendo intensidad al hablar, empecé a subir de tono mi voz, entonces, parecía que ya me escuchaban, pero mal interpretaban lo que decía, pensaban que estaba enojado, molesto o desesperado, de ahí que regresé a la tonalidad serena y pausada, pero, tal vez era demasiado lenta  o demasiado suave, porque me daba la impresión de que el que me trataba de escuchar, no tenía demasiado tiempo para ello, entonces,  él o ella, tomaban la palabra y ya no me permitían terminar lo que les estaba contando; de ahí que con el tiempo, unos pensaron que no tenía nada que decir, y otros, que era muy bueno para escuchar, por eso mis historias inconclusas, mis anhelos, mis tristezas y alegrías se perdían en la nada, mientras yo acumulaba las historias completas, las tristezas y los anhelos de aquellos que tenían un terrible miedo a perder la voz y quedar en el silencio, en ese silencio donde puedes estar reunido con mucha gente, pero ya no escuchas más lo que sucede en el exterior, sólo escuchas a tu voz interior, que vienen siendo tus pensamientos, los que quedaron atrapados en tu pasado y los que por ser recientes van haciendo fila para estar en el mismo tiempo,  así sea un minuto o un segundo, pero que de tanto escucharte a ti mismo, deseas romper con ese silencio, que día a día te va aislando del todo al que perteneces.

Un día me puse a preguntarles a los que escuchaba el por qué no me escuchaban a mí, y todos coincidieron en decir, que no querían permanecer más tiempo en silencio porque tenían demasiada prisa; y cuando les preguntaba a dónde tenían que ir, me respondían que aún no lo sabían pero algo las estaba apurando por llegar.

Me puse a pensar que el verdadero motivo que nos impulsa a hablar desesperadamente es porque no queremos dejar ir el tiempo y al hablar con aquellos, los que más nos importan y pocas veces tenemos la oportunidad de estar, tienen consigo algo que todos queremos: una pieza del rompecabezas que conforma nuestra felicidad.

Hay personas que pueden entablar plática con varios sujetos a la vez, pero no tienen la capacidad de escuchar a todos y mucho menos, de captar las necesidades de los demás, piensan únicamente en lo que ellos necesitan y distribuyen parte de su ansiedad entre los escuchas, esperando encontrar la respuesta o al menos fragmentos de las piezas de sus rompecabezas emocional para completar la estructura a la que reconocen como felicidad.

Dios dijo, detente y escucha primero lo que yo te digo y escucha también a tu prójimo, si tienes algo que decir, hazlo pausada y claramente, sé breve , hazlo tal y como nos ha enseñado a orar, porque sólo hablando claro y con la verdad obtendrás lo que deseas y darás lo que quieres dar a los demás.

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