Un hombre estaba sentado en la banqueta de una calle, tocaba con sus manos su cabeza mientras tenía la mirada fija en el suelo, y al pasar junto a él, murmuró lo siguiente: Quiero volver, quiero volver. Mi intención era seguir caminando, pero sus palabras se habían quedado grabadas en mi mente, por lo que habiendo sólo avanzado un cuantos metros, decidí regresar, tal vez al pensar que se había extraviado, tal vez, por sentirme culpable de ser indolente; al llegar a su lado, me paré frente a él y le pregunté: ¿Le pasa algo, buen hombre?, pero él no se inmutó y repitió de nuevo la misma frase: Quiero volver, quiero volver. ¿Acaso se encuentra extraviado? Y continué diciendo un tanto angustiado: ¿No recuerda el camino de regreso a su casa? Por fin llamé su atención y me contestó: ¿A dónde vas tan de prisa? A mi trabajo, le contesté. ¿Y por qué regresaste? Me dijo eso levantando lentamente su cabeza, que estaba cubierta con una capucha integrada a su atuendo, lo que me impedía ver su cara, entonces le pregunté: ¿A dónde quieres volver? El volvió a bajar la cabeza y miro de nuevo al suelo diciendo: ¿A dónde volverías tú? No entiendo, le respondí, yo voy a mi trabajo y salí de mi casa, volveré en cuanto termine la jornada. ¿Entonces, tú ya no quieres volver? Volver ¿a dónde? Bueno, hay tantos lugares a donde podrías regresar, por ejemplo, podrías volver a reír, hace tiempo que ya no lo haces, igualmente podrías volver a sentirte parte de la naturaleza, podrías volver a respirar el aire sin tener miedo; volver a reunirte con la familia y amigos, para compartir la alegría de sentirse vivos. Tienes mucha razón, extraño tanto el volver, pues he dejado de hacer tantas cosas que me hacían sentir feliz. ¿Te gustaría volver a tener conciencia sobre lo que te hace feliz y hace feliz a los demás? me preguntó.
Desde luego, respondí ilusionado, extraño mucho esos gratos momentos, y más en este tiempo, en el que se dice que somos libres, pero vivimos cautivos de nuestro miedo por causa de nuestra ignorancia e imprudencia. Ahora veo que me has entendido, el camino para volver, es aquél que te regresa todo el potencial divino con el que te doté al crearte, tú eres el primero de tu especie, lo fuiste ayer, lo eres ahora, y por ello tienes todo mi amor y mi complacencia, el camino de la verdad y de la vida Yo Soy; ahora sígueme, porque “La mies es verdaderamente mucha; mas los obreros pocos.” (Mt 9:37).
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