Ayer por la madrugada me visitó en sueños mi gran amigo Antonio; no he de mentirles, él siempre está en mi pensamiento, y más, en los momentos en que se necesita de un verdadero amigo; quizá esta narración, podría no interesarle a algunos lectores por tratarse de un hecho muy personal, pero, he de asegurarles, que si alguno de ustedes, ha tenido la fortuna de disfrutar o haber disfrutado de una amistad como la que vivimos Toño y yo, que por cierto, duró 40 años, mismos que caminamos juntos por la vida terrenal y que aún persevera espiritualmente, no sería un tema sobrenatural, no para quienes tenemos fe y esperanza en la vida eterna; por ello le doy gracias a Dios por permitirles a las almas buenas, el acercarse cuanto puedan a los que aún tenemos la calidad de mortales.
Pues bien, estos seres celestiales, si bien pueden estar cerca de nosotros, no se les permite dirigirnos la palabra, su lenguaje es corporal y gracias a la gran afinidad que se tiene entre los seres queridos, se puede establecer este tipo de comunicación.
Él se ve contento con su estado actual, es un alma bondadosa dedicada a la caridad e infunde fe a los que aún titubean sobre la existencia de Dios, su energía tan positiva que me infundió confianza, serenidad y ánimo, para enfrentarme a los retos que me depara la vida actual, me hizo sentir que mientras mi fe se mantenga firme en mi salvador Jesucristo, no habrá nada que pueda dañarme.
Loco, soñador, fanático, júzgueme como usted quiera, pero yo creo firmemente en el hecho de que para Dios no existen imposibles, y Él ha querido que reciba la vista espiritual de aquél que supo mantenerse siempre fiel a los divinos preceptos vertidos en el Evangelio de Cristo.
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